En el sitio web cineisno dijo Guillermo Ravaschino:
”El hecho de que el film no revele qué decía el artículo de la discordia ni las otras notas que escribía Esteban, como así tampoco cuáles eran sus ideas políticas, refuerza un añejo malentendido en el que el cine de este país incurre cada vez que revisa los años más aciagos de nuestra historia reciente. Los perseguidos políticos a los que refleja Esteban, como los muertos y los desaparecidos, supieron tener convicciones por las que se jugaron hasta el caracú, arriesgando sus vidas sin pensarlo dos veces. La ignorancia, el conservadurismo o una timidez inexplicable, por no decir imperdonable, han llevado una y otra vez a nuestros directores a diluir esa identidad en un mar de personajes "inocentes".[1]
«Roberto Durán quiso hacer lo que se ve en la pantalla. Sin pedanterías, sin falsedades. Y el resultado final, mucho más allá de ciertas situaciones que podrían haber cobrado mayor vigor emocional, es efectivo.»[3]
«Es una película curiosa, que trabaja con materiales exclusivamente convencionales pero sin subrayados y sin abusar de los discursos: la conversión del protagonista tiene lugar en la sobriedad del silencio. Así el film adquiere una ambigüedad curiosa»[3]
↑ abcManrupe, Raúl; Portela, María Alejandra (2003). Un diccionario de films argentinos II 1996-2002. Buenos Aires: Editorial Corregidor. pp. 44-45. ISBN950-05-1525-3.