Celina, una joven dedicada a sus hijos y su hogar, está pasando por una crisis matrimonial cuando conoce a Vito, un adolescente adicto a la droga vecino del barrio cuya aspiración mayor es jugar al fútbol en un equipo profesional.[1]
”no consigue zafar de un catálogo de lugares comunes…acerca de los problemas que nos aquejan. Hay muy poco de instrospección, una mínima mirada a los conflictos psicológicos de la protagonista, para entretenerse en un prefabricado conflicto sobre “nuestros jóvenes”. …filme condescendiente y viejo, de fastidiosos parlamentos…y anacrónicos resultados.”[1]
”Una película curiosa, despareja y con una estética naturalista, cercana a la televisión, pero por momentos ajena a las fórmulas, ingeniosa y original.”
Silvina Rival en el sitio web Otrocampo.com escribió:
”La elección del término “contraluz” para tirular…obliga a una lectura que involucra necesariamente dos elementos, al igual como funciona la metáfora. En este caso se trata de un elemento en primer plano en tanto contorno y volumen pero oscuro y escondido en tanto claridad visual, debido a la inundación de luz que lo envuelve. Como todo título, el término propone una clave para decodificar la historia”.[1]
”Su guion carece de una estructura verosímil y navega entre el patetismo, lo melodramático y lo machaconamente monótono; sus diálogos adolecen de falta de credibilidad y, como peor agravante, su trama se esfuerza por conmover y transcurre, sin embargo, en una media tinta que nunca va más allá de lo exterior vestido de estereotipos sin consistencia ni carnadura.[1]”
↑ abcdManrupe, Raúl; Portela, María Alejandra (2003). Un diccionario de films argentinos II 1996-2002. Buenos Aires: Editorial Corregidor. p. 58-59. ISBN950-05-1525-3.