Cuchillo canario
El cuchillo canario es un tipo de cuchillo étnico originario de la isla de Gran Canaria[1][2][3] utilizado tradicionalmente en labores agropecuarias. A partir de la década de 1940 se convierte en un distinguido objeto de regalo por parte de instituciones públicas y privadas, siendo obsequiado a distintas personalidades y autoridades como el general Franco, Juan Carlos I, Hassan II o Bernardo de Holanda.[4] Desde hace unos años, esta artesanía ha sido importada a otras islas del archipiélago canario y también se fabrica en Fuerteventura,[5] Lanzarote,[6] La Palma[7] y Tenerife.[8] CaracterísticasEl utensilio isleño se distingue por tener un elaborado «cabo» (mango) fusiforme que puede estar decorado con líneas, figuras geométricas, motivos florales, dameros, etc. Este está rematado en ambos extremos por «casquillos» metálicos troncocónicos con o sin decoraciones, que refuerzan la empuñadura y la estabilidad de la «espiga». El casquillo superior está rematado a su vez por un remache llamado «perilla», cuya función es mantener unidas a presión todas las partes del cabo, en el cual no se emplea adhesivo alguno.[9] El espacio entre ambos casquillos lo conforman una serie de «piezas» (arandelas), siempre en número impar, de metal, hueso, cuerno, etc., con o sin incrustaciones, ensartadas en la espiga. La «hoja» lanceolada de metal, normalmente de acero y un solo «filo» (algunos ejemplares también presentan contrafilo en el «pete» (lomo), que es el lado opuesto al filo cortante), posee dos elementos característicos en su parte superior concebidos para apoyar el dedo; una escotadura redondeada o rebaje llamada «garganta» y la «barbilla», que es la parte sobresaliente. Cabe señalar que la hoja (incluyendo espiga y colchón) está realizada de manera artesanal de una sola pieza, sin uniones ni soldaduras. Uno de los rasgos distintivos de la herramienta es que cuenta con una hoja intercambiable, ya que al ser un útil de trabajo esta estaba sometida a un desgaste permanente debido al uso y los continuos afilados.[10] Por tradición, el instrumento viene acompañado de una «vaina» (funda) en piel, cuya función principal era la seguridad del portador en las diferentes tareas agropecuarias.[11] Desde los inicios del cuchillo canario, cuchilleros y herreros han dejado su firma en el denominado «colchón» o «escorchón»[12] (engrosamiento de la hoja hecho a forja y sobre el que descansa el cabo, de ahí su nombre) mediante muescas lineales y cruciformes, si bien no todos están firmados. Estas marcas sirven como referencia a la hora de identificar la autoría de una hoja en concreto, que con frecuencia coincidía con la manufactura del cabo, en caso de que el artesano hiciese a la vez tanto el mango como la hoja, lo que no siempre sucedía, como en la actualidad.[10] En efecto, muchos de los cuchilleros o encabadores se limitaban a encabar las hojas terminadas que adquirían a los herreros. Por ello, no se puede catalogar un cuchillo antiguo en función de la firma del colchón. En primer lugar porque podría tratarse de una hoja diferente a la original, sustituida por otra como consecuencia del desgaste y en segundo lugar, porque en caso de que el cuchillo conservase su hoja original, esta podría haber sido comprada a un herrero que no tendría por qué coincidir con quien hizo el cabo, es decir el cuchillero, encabador o cabero.[10] Entre las características diferenciadoras del cuchillo canario se encuentra la flexible y delgada hoja lanceolada intercambiable, midiendo su pete unos dos o tres milímetros junto al colchón, para ir disminuyendo progresivamente en grosor hasta llegar a cero en la punta.[13] Otro rasgo distintivo de la hoja es la guarda, compuesta por garganta y barbilla, cuya función es servir de apoyo y protección al dedo índice, impidiendo que la mano se deslice hacia el filo y se produzcan cortes. Asimismo, destaca el ornamentado cabo hecho a mano, cuyas piezas de distinto diámetro, espesor, color y material suelen estar decoradas con incrustaciones para formar los más variados diseños, de sencillos a complejos. Es el componente plástico y artístico por antonomasia, donde quedan plasmados el nivel de maestría y la creatividad de cada artesano. Origen, evolución y usosLos aborígenes prehispánicos que habitaban en Gran Canaria no hicieron uso de los metales, al carecer la isla de minerales de donde extraerlos.[14] Por lo que la llegada de armas blancas de metal se produjo durante la conquista y colonización europea a partir de finales del siglo XV. Se han planteado diversas hipótesis sobre la procedencia del cuchillo grancanario. Una de ellas sugiere que derivaría de los de Albacete y Toledo. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que cuchillos catalogados como albaceteños en determinados museos, en realidad provenían de Málaga.[15] El cuchillo típico español se hacía en Toledo y Albacete, pero también en Andalucía, concretamente en Tolox (Málaga). Este último presenta similitudes con el cuchillo canario, tales como hoja triangular de un solo filo, colchón, espiga, casquillos y cabo fusiforme. Pese a los diferentes lugares planteados, estas hipótesis coinciden en señalar la mitad sur de España como ámbito geográfico de origen. Ese cuchillo de origen foráneo fue transformándose en la isla, incorporando otras influencias claves en su evolución, como la alternancia de roldanas de cuernos de diferentes tonalidades con arandelas metálicas, presentes en empuñaduras de cuchillos y pipas de fumar norteafricanas.[16] Todo ello dio lugar a un modelo de cuchillo con unas características únicas que lo diferencia de los demás, lo que le ha valido el nombre propio de «cuchillo canario». En cuanto a su antigüedad, se estima que el cuchillo isleño aparecería como tal en torno a finales del siglo XVIII y principios del XIX, forjándose por primera vez en alguna de las herrerías de los municipios de Guía y Telde.[17] Respecto a su morfología, los fabricados en el siglo XIX y primera década del siglo XX presentaban una hoja más triangular, estrecha y gruesa, así como, en general, cabos más cortos y de mayor grosor en comparación con los realizados en fechas posteriores.[18] Los cambios en las proporciones de la hoja y el cabo fueron provocados por la expansión y auge del cultivo de la platanera, al tener que adaptarse el útil agrícola a las necesidades derivadas de ese cultivo. Estas modificaciones, que comenzaron a producirse al final de la primera década del siglo XX, se han mantenido hasta la actualidad.[19] Pero los cambios no se limitaron únicamente a la fisonomía del objeto, la decoración del cabo también sufrió una evolución importante con la introducción de nuevos motivos que siguen utilizándose a día de hoy. Desde el último tercio del siglo XIX, la familia Batista de Guía jugó un papel fundamental en este aspecto, comenzando por la figura del patriarca, José Batista González, platero de profesión. No obstante, fue su hijo Fermín Vicente Paulino Batista León, conocido como «maestro Vicente Batista», quien desarrollaría y enriquecería el nuevo estilo. Su padre inició el cambio en la estética de los cabos, pero fue él quien revolucionó esta artesanía mediante la armonía geométrica, la simetría, el orden y el color, hasta tal punto que muchos de sus trabajos pueden catalogarse de auténticas obras de arte. Estos orfebres guienses marcaron un antes y un después en la historia del utensilio, al incorporar nuevos materiales y elementos decorativos que dieron lugar a nuevas y complejas composiciones, como los «dameros y flores».[20] Otros miembros destacados de la saga que continuaron con la tradición familiar de elaborar «cabos de flores» fueron la hermana de maestro Vicente, Carmen Batista León y el hijo de este, Vicente Batista López.[21] Posteriormente, otros artesanos han continuado diversificando el repertorio de dameros o ajedrezados, creando toda una serie de nuevos diseños.[22] La herramienta fue conocida a lo largo del tiempo en la isla por diferentes nombres: «cuchillo de labranza», «cuchillo del país», «cuchillo a uso del país», «cuchillo canario», «cuchillo cabo pieza», «cuchillo cabo hueso», etc.[1] Una de las denominaciones utilizadas frecuentemente para referirse al arma blanca es el canarismo naife. La etimología de la palabra deriva del inglés knife (cuchillo), pronunciación: ˈnaɪf/, término que se generalizó en las últimas décadas del siglo XX,[23] aunque ya existía a finales del siglo XIX[24] en la capital de la isla (no así en zonas rurales u otros municipios), coincidiendo con el incremento de las relaciones comerciales, la afluencia de visitantes y el tráfico marítimo con Gran Bretaña. Los investigadores prefieren no utilizar este vocablo al no tener el cuchillo isleño procedencia inglesa, decantándose por el nombre genérico de «cuchillo canario».[25][26][27] El cual hace alusión al gentilicio de Canaria (Gran Canaria), uno de los nombres por el que era conocida la isla en centurias pasadas, no al gentilicio del archipiélago. Históricamente, el útil de trabajo siempre ha estado vinculado al mundo rural grancanario, donde era utilizado por los hombres en la agricultura y la ganadería. Solía llevarse a la cintura enfundado en su vaina sujeta al cinturón, fajín o pantalón. Aunque su uso tradicional aún perdura, con el transcurso del tiempo ha pasado a ser considerado un artículo decorativo, de coleccionista, de regalo, de menaje de cocina/servicio de mesa, de recuerdo,[28] así como un símbolo de identidad canaria.[29] Existe un monumento dedicado a los cuchilleros y herreros de Guía de Gran Canaria cuya forma reproduce este símbolo cultural a escala gigantesca.[3] El «Festival del Sur, Encuentro Teatral Tres Continentes» que se celebra en Agüimes, concede anualmente el premio «Cuchillos canarios», entregando esta herramienta como reconocimiento. Sin olvidar que también se expone en ferias de artesanía y se hacen exposiciones sobre el mismo.[30] Sirva como ejemplo la 34.ª edición de la Feria de Artesanía de Pinolere (2019) que bajo el título "¡OOH! LOS CUCHILLOS CANARIOS!",[31] estaba dedicada a este bien del patrimonio histórico, cultural, artesanal y etnográfico de Gran Canaria. Pese a su importancia como símbolo de identidad insular no existe ningún museo dedicado al mismo en su isla natal. Reseñas históricasEl objeto no pasó desapercibido a los ojos de determinados estudiosos y viajeros, prueba de ello son las reseñas históricas del siglo XIX que se citan a continuación. En su obra Recuerdos de un noventón (1895), Domingo José Navarro y Pastrana, médico y cronista grancanario, cuenta en sus memorias cómo eran los usos y costumbres en Las Palmas de Gran Canaria a principios del siglo XIX. Entre otras cosas, describe la vestimenta y complementos que usaban los labradores de la isla en aquellos años. En este retrato del campesino se cita por primera vez la presencia del cuchillo canario y su vaina como parte de su indumentaria. Hasta el momento es la mención más antigua que se conoce sobre su existencia:
Entre el 6 de noviembre de 1883 y el 22 de enero de 1884 la viajera irlandesa Olivia Stone recorrió Gran Canaria en compañía de su marido. Sus impresiones fueron publicadas en su libro Tenerife and its six satellites; or, The Canary Islands past and present (1887), donde queda patente que se trataba de un utensilio, no de un arma de defensa o ataque (traducido del inglés):
El médico, etnógrafo y antropólogo español, así como cofundador y primer conservador del Museo Canario, Víctor Grau-Bassas y Mas, recoge en un cuaderno sin título manuscrito entre 1885-88 los usos y costumbres de los agricultores de la isla, describiendo de la siguiente manera lo que él califica como «un ramo de industria especial en el país»:
El doctor en medicina y antropólogo francés René Verneau, quien visitó la isla en varias ocasiones, menciona someramente las industrias artesanales y productos de Gran Canaria en un pasaje de su libro Cinq années de séjour aux Iles Canaries (1891), destacando lo siguiente (traducido del francés):
Materiales y proceso de fabricaciónMaterialesLas materias primas más utilizadas en la fabricación de este producto artesanal son:[36] Para el cabo:
Para la hoja: acero al carbono (hoja negra o canaria), acero inoxidable (o de hoja blanca), acero damasquino, etc. Para la vaina: cuero y metal. FabricaciónEste oficio artesano ha sido practicado tradicionalmente por hombres[36] (aunque se tiene constancia de la participación de mujeres en la confección del cabo, como la ya mencionada Carmen Batista León), ya sean herreros, que son quienes forjan la hoja, o los encabadores, cuchilleros o caberos, que son los que elaboran el cabo. Hay artesanos que realizan todo el proceso, fabricando tanto la hoja como el cabo. Cabo. Una vez forjada la hoja y su correspondiente espiga, el proceso de fabricación de este elemento requiere:[36]
Decoración. Es muy diversa, entre los motivos decorativos más comunes están: la cruzada, cuadrado, damero, derecha, espiga, espinilla, flores, jabar, malla, ojo de gallo, rallado, etc. Terminación. Una vez finalizada la decoración de las piezas se procede al:
Clasificación tipológicaNo existe una clasificación tipológica única y esta puede variar según el investigador. La siguiente es la planteada por Alejandro C. Moreno que hace una división en función de la decoración del cabo, longitud de la hoja, uso y materiales empleados.[37] Según el labrado del mango
Según la longitud de la hoja
Según los materiales empleados
Referencias
Enlaces externos
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