El decadentismo es una corriente artística, filosófica y, principalmente, literaria que tuvo su origen en Francia en las dos últimas décadas del siglo XIX y se desarrolló por casi toda Europa y algunos países de América.[1]
La denominación de decadentismo surgió como un término despectivo e irónico empleado por la crítica académica, sin embargo, la definición fue adoptada por aquellos a quienes iba destinada.[2][3]
Denominación
La humillación que supuso para Francia la Guerra franco-prusiana en 1870 dejó la impresión permanente en la nueva generación de que una época había terminado; la estética dominante entonces, el naturalismo, ofrecía además una visión de la vida sumamente desagradable, feísta y antiestética. Según Louis Marquèze-Pouey, fue Maurice Barrès el primero que aplicó y oficializó la denominación de décadents a un grupo literario en 1884, que él identificó con precisión por sus iniciadores.[4] À rebours / A la contra (1884) de Huysmans fue sin duda el aldabonazo del movimiento. Pero el término era despectivo, y solo se generalizó con la polémica que provocó una parodia en forma de pastiche de su estética, temas, estilos y aún de las biografías de sus desmayados autores (neurópatas, morfinómanos, amorales, pesimistas, extranjerizantes o peor: germanófilos y wagnerianos), Les déliquescences. Poèmes décadents d'Adoré Floupette, avec sa vie para Marius Tapora. Byzance: chez Lion Vanné éditeur, 1885; en realidad, fue menos burlescamente impreso en los talleres de la revista Lutèce y sus autores, que inventaron a Floupette y a su amigo del alma y biógrafo Tapora, "farmacéutico de segunda clase", eran los periodistas de esta publicación, Henri Beauclair y Gabriel Vicaire.[5]
Estética
Una de las mejores expresiones de este movimiento la refleja el verso de Verlaine: Yo soy el imperio final de la decadencia. Precisamente Verlaine estuvo durante algún tiempo a la cabeza del movimiento, especialmente después de la publicación de Los poetas malditos (1884).[1]
El decadentismo fue la antítesis del movimiento poético de los parnasianos y de su doctrina, inspirada en el ideal clásico del arte por el arte, a pesar de que Verlaine, uno de los máximos exponentes del decadentismo, había sido en sus orígenes parnasiano. La fórmula pictórica y escultórica de los parnasianos (ut pictura poesis, según la norma de Horacio), se sustituye en el decadentismo por el ideal de una poesía que tiende a la cualidad de la música, que solo es forma (Walter Pater) y valora la libertad de expresión hasta el punto de mostrarse indiferente en su valoración a las cuestiones morales. El esteticismo intelectual de Pater (1839-1894), escéptico y enemigo de toda afiliación y compromiso, se considera partidario anticipado de la "disponibilidad" al modo de André Gide, y juega con las ideas como si fueran perlas de cristal sin creer jamás en ellas:
Se nos ha concedido un cierto intervalo de tiempo, terminado el cual abandonaremos esta morada terrena. Algunos seres humanos sienten transcurrir este intervalo en la indiferencia, otros entregados a grandes pasiones y los más sabios al arte y las canciones.[6]
El decadentismo arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión de la realidad cotidiana, exalta el heroísmo individual y desdichado y explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente.
El esteticismo se acompañó, en general, de un exotismo e interés por países lejanos, especialmente los orientales, que ejercieron gran fascinación en autores como el francés Pierre Louÿs, en su novela Afrodita (1896) y en sus poemas Las canciones de Bilitis (1894). Así como en los también franceses Pierre Loti y, acompañado de dandismo, en Jules Barbey d'Aurevilly, o en el inglés Richard Francis Burton, explorador y traductor de una polémica versión de Las mil y una noches.
Pero la máxima expresión del decadentismo lo constituye la novela À rebours (A contrapelo), escrita en 1884 por el francés Joris-Karl Huysmans, quien es considerado uno de los escritores más rebeldes y significativos del fin de siglo. La novela narra el estilo de vida exquisito del duque Jean Floressas des Esseintes, que se encierra en una casa de provincias para satisfacer el propósito de sustituir la realidad por el sueño de la realidad. Este personaje se convirtió en un modelo ejemplar de los decadentes, de tal manera que se consideran descendientes directos de Des Esseintes, entre otros, personajes como Dorian Gray, de Oscar Wilde, y Andrea Sperelli, de Gabriele D'Annunzio. À rebours fue definida por el poeta inglés Arthur Symons como el breviario del decadentismo.[7]
La decadencia, por otro lado, es una acumulación de signos o descripciones sensibles cuyo significado no está oculto, como en el simbolismo: es fundamentalmente artificioso. Fue Oscar Wilde quien quizás lo formuló más claramente en La decadencia de la mentira con la sugerencia de tres doctrinas sobre el arte:
"El arte nunca expresa nada más que a sí mismo".
"Todo mal arte proviene de volver a la Vida y la Naturaleza, y elevarlos a ideales".
"La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida"
Después de lo cual, sugirió una conclusión bastante en contraste con la búsqueda de Moréas de la verdad oculta: "Mentir, decir cosas hermosas y falsas, es el objetivo correcto del Arte".[8]
Hacia 1890, la revista el Mercure de France se manifestó a favor del simbolismo. A partir de entonces, la trayectoria del Decadentismo, entendido como movimiento, se puede considerar terminada. Anteriormente, en septiembre de 1866, un artículo publicado por Jean Moréas en Le Figaro, habló por primera vez de simbolismo, refiriéndose al bosque de los símbolos del poema "Correspondances" de Baudelaire.
Las teorías del simbolismo aparecieron publicadas en la revista Le symboliste, mientras que los decadentes continuaron usando a Le décadent como vehículo para difundir sus teorías. Se perfiló así la divergencia entre decadentes, complacientes experimentadores en el campo de los sentidos y del lenguaje, y simbolistas, que buscan los valores absolutos de la palabra y aspiran a expresar una armonía universal del mundo.
El decadentismo como punto de encuentro
Más tarde, algunos críticos ampliaron el significado del término decadente como opuesto a los convencionalismos. De esta manera, el decadentismo sería, en sus orígenes, antiacadémico en pintura, antipositivista en filosofía, antinaturalista en literatura. Así, tendencias, escuelas y orientaciones, con frecuencia diversas y lejanas, acabaron por confluir y hallarse comprendidas bajo la misma etiqueta.
↑Walter Pater, citado por Léon Thoorens, Panorama de las literaturas Daimon. Inglaterra y América del Norte. Madrid / Barcelona / México / Buenos Aires: Ediciones Daimon / Manuel Tamayo, 1969, p. 232.
↑F. Garmencia, Ignacio (26 de diciembre de 2017). Fin de siglo. Diario de Sevilla. Consultado el 7 de enero de 2017.
↑Wilde, Oscar (1889). La decadencia de la mentira.
Sáez Martínez, Begoña (2004). Las sombras del modernismo: una aproximación al decadentismo en España. Valencia: Alfons el Magnànim. ISBN9788478224142.|fechaacceso= requiere |url= (ayuda)