Nació en la ciudad de Santiago Papasquiaro, Durango, el 20 de noviembre de 1914 y murió en la Ciudad de México el 14 de abril de 1976. Sus restos se encuentran en el Panteón Francés de la Piedad. Perteneció a una familia de talentosos artistas que destacaron en diversos ámbitos de la vida cultural mexicana. Su hermano Silvestre Revueltas fue un importante compositor, perteneciente a la etapa del «nacionalismo»; Fermín fue un pintor prolífico, perteneciente al movimiento pictórico conocido como estridentismo, a pesar de su temprana muerte. Rosaura Revueltas fue actriz, bailarina y escritora. Su participación más destacada en el cine fue en la película Salt of the earth (La sal de la tierra) de 1954, del director Herbert J. Biberman. Asimismo, su hija Olivia (n. 1951) es pianista y su nieto Julio es guitarrista. Su hija Andrea Revueltas se dedicó a la publicación de sus obras junto con Philippe Cheron.
Cuando tenía seis años, en 1920, la familia de Revueltas se mudó a la Ciudad de México. Llegaron a la colonia Roma, primero, y después pasaron a la colonia Doctores. José estudió en el Colegio Alemán hasta el cuarto grado; después lo hizo en una primaria pública: la familia padeció una crisis económica debido al fallecimiento del padre, José Revueltas Gutiérrez, en 1923.
Activismo y literatura
En 1925, antes de concluir el primer año de secundaria, Revueltas abandona los estudios y se educó de manera autodidacta en la Biblioteca Nacional. Cuatro años después, participó en un mitin en el Zócalo. Fue apresado y, acusado de sedición y motín, enviado a una correccional. Fue liberado bajo fianza seis meses después.
Debido a su activismo, José Revueltas sufrió, aparte de su primer encierro en la correccional, tres encarcelamientos políticos más en su vida. En 1932, fue enviado de julio a noviembre a las Islas Marías; en 1934, después de organizar una huelga de peones agrícolas en Camarón, Nuevo León, volvió a ser enviado allí, donde permaneció hasta febrero de 1935.
El encarcelamiento más conocido fue el de 1968. Revueltas participó activamente en el movimiento de 1968 en México, en donde se involucró en las marchas, mítines, asambleas, redacción de posicionamientos, propaganda, desplegados en favor de estudiantes y dictando conferencias. Luego de la matanza de Tlatelolco, las autoridades mexicanos lo acusaron, infundadamente, de ser el «ideólogo del movimiento», por lo que comenzó su persecución. Revueltas tuvo que vivir escondiéndose entre las casas de Arturo Cantú, Carlos Eduardo Turón, Paz Cervantes y Selma Beraud. Algunos de los cercanos al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, dada la figura que representaba Revueltas, pidieron que la persecución cesara y que se le diera algún tipo de salvoconducto para poder salir del país, a lo que se negó, provocando la enemistad con quienes lo solicitaban.[1]
En ese contexto, Revueltas le escribe una carta al jefe de la policía Luis Cueto Ramírez, para hablar sobre la persecución que según el escritor, seguro lo mataría, por tal motivo, pedía un último deseo como condenado a muerte:[1]
Dicen los periódicos que se me acusa de ser el responsable intelectual del movimiento estudiantil. Al margen de la realidad de estas afirmaciones, lo cierto es que soy un perseguido y que seguramente mi vida corre peligro (...) puntualmente le pido mi último deseo, con toda la cortesía de la que soy capaz. Estimado señor: le solicito a usted que vaya y chingue definitivamente a su madre. Le agradezco de antemano la respuesta afirmativa a mi petición.
José Revueltas, citado por Monsiváis.
Revueltas fue detenido en noviembre de ese año en la colonia Portales luego de dar una conferencia en Ciudad Universitaria. Fue acusado, entre otros cargos, de robo, daño en propiedad ajena, sedición, asociación delictuosa, acopio de armas y homicidio. En sus declaración aceptó las acusaciones de las autoridades de ser el autor intelectual del movimiento con el fin de satisfacer al gobierno y asumir las acusaciones injustas.[1] Fue condenado a 16 años de prisión en Lecumberri y liberado bajo palabra después de dos años de encierro.
Una vez concluida su condena y con problemas de salud se dedicó a dictar conferencias, impartir clases de cine en Estados Unidos, ofrecer entrevistas, y a seguir escribiendo. La recopilación de cuentos Material de los sueños ofrece un caleidoscopio de los más variados temas, que abordan profundamente la condición humana desde la particular perspectiva del autor.
La literatura revueltiana abarcó la novela, el cuento, el drama y también (aunque en menor escala) la poesía. Acerca de ella afirmó:
Practico la poesía, pero muy en privado, y me parece un arte muy elevado para que pretenda uno siquiera poderlo hacer.[2]
Sobre la literatura ofreció infinidad de opiniones, así como teorías para el análisis literario. En una ocasión dijo:
mi vida literaria nunca se ha separado de mi vida ideológica. Mis vivencias son precisamente de tipo ideológico, político y de lucha social.[3]
El corpus literario revueltiano se inicia en 1941 con la publicación de Los muros de agua; en 1943, sigue El luto humano, con el que gana el Premio Nacional de Literatura. Con respecto a estas novelas, en entrevista con María Josefina Tejera, quien le pregunta si había recibido autorización del partido comunista y cuál fue la reacción del mismo ante éstas, Revueltas contesta:
La primera novela no era suficientemente ideológica o política, y por lo tanto no llamó mucho la atención. La segunda sí estaba muy cargada de contenido ideológico, o político, pero porque tuvo cierto éxito me fue perdonada por los del partido.[4]
A las obras anteriormente citadas siguen Dios en la tierra de 1944 y Los días terrenales, de 1949. En ese año también presenta su obra de teatro El cuadrante de la soledad. Ambas obras reciben fuertes críticas, que obligan a Revueltas a retirar Los días terrenales de las librerías, y lo llevan a un silencio editorial de siete años:
Como el ataque de los marxistas era muy violento —le dice a María Josefina Tejera—, la reacción guardaba silencio, esperando que yo fuera a entregarme, puesto que me estaban considerando como suyo. Pero para mostrar que se confundían y evitar equívocos, retiré mis obras de la circulación. No abdiqué. El propósito que me hice fue el de estudiarme a mí mismo, lo cual me resultó muy bueno, porque me volví más antiestalinista y más antidogmático.[4]
Finalmente, el 14 de abril de 1976, a la 1:30, falleció de una «asistolia, decorticación cerebral post-paro cardiaco». Luego de su fallecimiento recibió un homenaje en la UNAM, en donde el escritor Juan de la Cabada sugirió que se le diera «un minuto de aplausos» ya que «por qué un minuto de silencio para un compañero que jamás se calló». Al funeral llegó de parte del presidente Luis Echeverría, el secretario de Educación Pública Víctor Bravo Ahuja, quien fue obligado a abandonar el lugar por Martín Dosal, un profesor que había compartido la prisión con Revueltas.[1]
Fue inhumado el 16 en el Panteón Francés de la Piedad.[5]