El dígrafoLl se consideraba —entre 1754[1]y 2010—[1] como la decimocuarta letra del alfabetoespañol y su undécima consonante, pero ya no lo es. Su nombre es femenino: la elle o doble ele, plural elles o dobles eles.
En la Ortografía de la lengua española de 1754 comenzó a considerársele como una letra del alfabeto español[1] y partir de la publicación de la cuarta edición del Diccionario de la lengua española en 1803,[2] el dígrafo ll tuvo un apartado propio en esa obra debido a su valor fonético exclusivo.[3] Durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española celebrado en Madrid en 1994, y por recomendación de varios organismos, se acordó reordenar los dígrafos ch y ll en el lugar que el alfabeto latino básico les asigna, aunque todavía seguían formando parte del alfabeto.[4] Como parte de las innovaciones aparecidas en la publicación de la Ortografía de la lengua española de 2010, tanto la ch como la ll dejaron de considerarse letras individuales, y el alfabeto español ya no las incluye más.[1] Esto no supone, de ninguna manera, que desaparezcan de la escritura: simplemente, dejan de contarse entre las letras del abecedario.[5]
En la actualidad, en buena parte de España y de América, el fonema lateral palatal representado originalmente por este dígrafo se ha perdido y ha convergido con el fonema palatal central representado por la consonante Y. Este cambio fonológico se denomina yeísmo, y ha avanzado notablemente en España en las últimas décadas entre las generaciones más jóvenes debido a la influencia de la radio y la televisión (emitidas principalmente desde Madrid, zona históricamente yeísta).
Difícilmente puede afirmarse que el yeísmo sea, bien en origen o en la actualidad, un andalucismo fonético. En ambos lados del Atlántico el yeísmo continúa propagándose en la actualidad sin que podamos establecer una relación directa de la innovación en España y América. Muy seguramente, el yeísmo ha surgido de forma espontánea en muchas zonas del español debido al escaso papel fonológico del fonema /ʎ/.
En España, la pronunciación tradicional como lateral palatal ha quedado así relegada hoy casi por completo a las generaciones más mayores y a áreas rurales principalmente de Castilla y León, Cataluña, Valencia, Navarra, País Vasco, Aragón, Murcia y Extremadura. Pese a la creencia de que toda Andalucía es yeísta, aún quedan restos de distinción en las cercanías de Sevilla, norte de Huelva y zonas de la Serranía de Ronda (provincia de Málaga).
En América, los países que mejor conservan la distinción de /ʎ/ y /ʝ̞/ son Bolivia, Perú y Paraguay. Hasta el siglo XX, la distinción se encontraba presente de forma general en las zonas andinas de Perú, Ecuador, Colombia y el noreste de Argentina. No obstante, el yeísmo se expandió progresivamente a estas regiones. La perduración del fonema /ʎ/ en estas regiones se debe a su introducción en sus sistemas educativos y sobre todo a la existencia de lenguas nativas que también lo poseen, como son los casos del quechua y del aimara. En España, también es notorio el influjo del catalán y el euskera en la conservación de la palatal lateral.
En catalán, se distingue además al dígrafo «ll» de la ele larga o geminada ([lː]), que se representa como l·l (con un punto entre ambas eles), p.ej. col·legi, paral·lel.
Así como el contacto con algunas lenguas favorece la conservación de la palatal lateral (catalán, aimara, quechua), también encontramos el caso contrario: el español exporta el yeísmo a otras lenguas en zonas bilingües. El caso más llamativo es el del gallego, lengua que está generalizando la confusión de «ll» e «y» pese a que el portugués, la lengua más próxima al gallego y la cual desciende de la misma variedad lingüística (galaicoportugués, no presenta yeísmo en sus variedades ibéricas.
En la mayor parte de Argentina y en todo Uruguay (español rioplatense), la «ll» (al igual que la «y») se pronuncia como una fricativa alveolar sorda [ʃ], como el sonido de «sh» en la palabra inglesa shirt (camisa) o de «ch» en la palabra francesa chemin (camino). A este fenómeno se le conoce como rehilamiento.
En italiano, el dígrafo «ll» representa una ele larga o geminada [l:], p.ej. alla, della. Por otro lado, el trígrafo «gli» representa el fonema /ʎ/, el cual se convierte en geminada en posición intervocálica [ʎ:]. p.ej. gli[ʎi]; taglio[taʎ:o].
En albanés, el dígrafo «ll» representa a una lateral coronal velarizada (/ɫ/), similar al sonido de la «l» inglesa. La «l» en albanés representa a una lateral coronal palatalizada (/lʲ/).
En galés, «ll» representa a una lateral fricativa (/ɬ/); mismo sonido disponible en náhuatl, pero escrito «tl».
↑ abcd«Desde la segunda edición de la ortografía académica, publicada en 1754, venían considerándose letras del abecedario español los dígrafos ch y ll (con los nombres respectivos de che y elle), seguramente porque cada uno de ellos se usaba para representar de forma exclusiva y unívoca un fonema del español (antes que la extensión del yeísmo alcanzara los niveles actuales y diera lugar a que hoy el dígrafo ll represente dos fonemas distintos, según que el hablante sea o no yeísta). Es cierto que se diferenciaban en esto de los demás dígrafos, que nunca han representado en exclusiva sus respectivos fonemas: el fonema /g/ lo representa también la letra g ante a, o, u (gato, goma, gula); el fonema /k/ se escribe además con c ante a, o, u y con k (cama, cola, cuento, kilo, Irak); y el fonema /rr/ se representa con r en posición inicial de palabra o detrás de consonante con la que no forma sílaba (rama, alrededor, enredo).
Sin embargo, este argumento no es válido desde la moderna consideración de las letras o grafemas como las unidades mínimas distintivas del sistema gráfico, con independencia de que representen o no por sí solas una unidad del sistema fonológico. Por lo tanto, a partir de este momento, los dígrafos ch y ll dejan de ser considerados letras del abecedario español, lo cual no significa, naturalmente, que desaparezcan de su sistema gráfico; es decir, estas combinaciones seguirán utilizándose como hasta ahora en la escritura de las palabras españolas. El cambio consiste, simplemente, en reducir el alfabeto a sus componentes básicos, ya que los dígrafos no son sino combinaciones de dos letras, ya incluidas de manera individual en el inventario. Con ello, el español se asimila al resto de las lenguas de escritura alfabética, en las que solo se consideran letras del abecedario los signos simples, aunque en todas ellas existen combinaciones de grafemas para representar algunos de sus fonemas.». Citado en RAE y ASALE (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. pp. 64-65. ISBN978-6-070-70653-0.
↑«Debido a su anterior consideración de letras del abecedario, los dígrafos ch y ll tuvieron un apartado propio en el diccionario académico desde su cuarta edición (1803) hasta la vigesimoprimera (1992), de modo que las palabras que comenzaban por esos dígrafos o los contenían se ordenaban alfabéticamente aparte, es decir, después de completarse la serie de palabras con c y l. En el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en Madrid en 1994, sin dejar de considerar aún los dígrafos ch y ll como letras del abecedario, se acordó no tenerlos en cuenta como signos independientes a la hora de ordenar alfabéticamente las palabras del diccionario. Así, en la vigesimosegunda edición del DRAE (2001), primera publicada con posterioridad a dicho congreso, las palabras que incluían esos dígrafos ya se alfabetizaron en el lugar que les correspondía dentro de la c y de la l, respectivamente.». Citado en RAE y ASALE (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. p. 65. ISBN978-6-070-70653-0.