Muhámmad an-Násir (m. 1213) (del árabe الناصر لدين الله محمد بن المنصور, al-nāṣir li-dīn illāh muḥammad ibn al-manṣūr) fue el cuarto califa de la dinastía almohade. El califa era conocido con el sobrenombre de Miramamolín en tierras cristianas, deformación del título árabe Amir al-Mu'minin o Príncipe de los Creyentes.
Orígenes y características
Nació en la primavera del 1181.[1] Su madre era una esclava cristiana llamada Zahr («Flor»), luego manumitida como madre del heredero al trono.[2] Fue proclamado heredero al regreso de su padre de su primera campaña por al-Ándalus, en el 1191.[1] Tras una segunda proclamación en el 1198, estando ya moribundo el califa, ascendió al trono en enero de 1199, pocos días después del fallecimiento de al-Mansur.[3]
Era alto, de barba bermeja entrecana, ojos garzos y tenía un defecto en la lengua que le hacía persona de pocas palabras.[2] En general cabizbajo, era benévolo, poco sanguinario, descuidado en lo que no le suscitaba interés y avaricioso.[2] Joven tímido y solitario, heredó de su padre un imperio que mostraba señales de inestabilidad.
Victorias en Ifriqiya
Debido a las victorias de al-Mansur contra los reinos cristianos de la península ibérica, como la de Alarcos, tuvo un periodo de tranquilidad temporal en ese frente y pudo concentrar sus esfuerzos contra los Banu Ghaniya, descendientes de los almorávides.[3] Estos pretendían conquistar los territorios del norte de África que actualmente corresponden a la costa occidental de Libia, a la de Túnez y a la oriental de Argelia, pero Muhámmad an-Násir acabó por derrotarlos en las campañas del 1205 y 1206.[3]
Colocó al visir Abu Muhammad Abd al-Wahid ibn Abi Hafs como gobernante en esa región, lo que acabó por dar lugar al nacimiento de la dinastía háfsida, que vino a suceder a los almohades en el norte de África y duró hasta 1574.
El 16 de julio de 1212 los cristianos infligieron una pesada derrota al ejército musulmán en la batalla de las Navas de Tolosa, y su avance por al-Ándalus sólo fue trabado por la peste. Muhámmad an-Násir volvió a Rabat para abdicar en favor de su hijo Yúsuf al-Mustánsir. Falleció el 25 de diciembre del 1213, asesinado por sus cortesanos en el alcázar real de Marrakech, en el que se había encerrado tras la derrota de Las Navas.[4] Apenas contaba entonces treinta y dos años.[5] Su hijo y heredero contaba pocos años y tuvo que afrontar la creciente amenaza de los bereberes benimerines.[4]