Parábola del siervo despiadadoLa Parábola del siervo inclemente, también conocida como Siervo Ingrato, Siervo Despiadado, "que no perdono" o Siervo Malvado y que no debe confundirse con la parábola de los dos deudores, es una parábola de Jesús que aparece en el Evangelio de Mateo; 18:21-35;NVI, y enseña lo importante que es perdonar a los demás tal como somos perdonados por Dios, como lo ilustra el ejemplo negativo del siervo que no perdona. Texto bíblicoLa parábola se cuenta como respuesta a una pregunta de Pedro sobre el perdón:
La línea anterior a la parábola en sí es similar a lo que se dice en Lucas 17: 3-4 El talento de esta parábola valía unos 6000 denarios, por lo que una deuda es 600 000 veces mayor que la otra.[2] Más significativamente, 10 000 (una miríada) era el número griego más alto, y un talento la unidad monetaria más grande,[2] de modo que 10 000 talentos era la deuda más grande fácilmente descrita. Como comparación téngase en cuenta que el tributo anual combinado de Judea, Samaria e Idumea alrededor de esta época era de sólo 600 talentos.[3] y un denario era el salario de un día,[3] por lo que 10 000 talentos serían el salario de unos 200 000 años[4] El escenario es la corte de algún rey de otro país, donde los "sirvientes" podían tener el mismo rango que los gobernadores de provincia.[3] Contexto históricoNo hay precedente en las escrituras bíblicas de que un deudor pague sus deudas desde la cárcel. Sin embargo, hay un aspecto muy relevante de la ley romana que puede haber sido la referencia cultural en torno a la cual se basa esta parábola considerando que los judíos de los días de Jesús fueron gobernados por Roma. En la Constitución Romana conocida como las Leyes de las 12 Tablas(Tabla III, Leyes IV-X), hay un conjunto detallado de leyes sobre los deudores que muestra una gran similitud con el escenario de la parábola. Un deudor que no paga puede ser llevado a los tribunales y encadenado y obligado a una serie de arreglos mediante los cuales puede pagar la deuda mediante la servidumbre. También establece que otros pueden venir y pagar la deuda en su nombre, liberándolos de la prisión. Una deuda que no se puede pagar resultó en la esclavitud del acreedor o en la venta en el mercado de esclavos. Enseñanza moralLa pregunta de Pedro y, sobre todo, la respuesta de Jesús dan una pauta del espíritu de compasión y misericordia que ha de presidir la actuación de los cristianos. La cifra «setenta veces siete» en el lenguaje hebreo viene a equivaler al adverbio «siempre».[5] De modo que no encerró el Señor el perdón a un número determinado de personas sino que hay que perdonar continuamente y siempre.[6] También se puede ver en esta parábola la diferencia entre una actitud mezquina de los hombres al perdonar con cálculo y la misericordia infinita de Dios.[1] Representaciones
Véase también
Referencias
Enlaces externos
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