La pólvora sin humo (llamada también pólvora blanca o pólvora piroxilada) es el nombre que se le da a cierto número de propelentes usados en armas de fuego y artillería que producen una cantidad insignificante de humo cuando se queman, a diferencia de la pólvora tradicional (la pólvora negra) a la que sustituyeron progresivamente entre finales del siglo XIX y principios del XX. La base del término «sin humo» se debe a que los productos de combustión son principalmente gaseosos, comparados con el 55% de productos sólidos (principalmente carbonato potásico, sulfato potásico, y sulfuro de potasio) de la pólvora negra.[1]
A pesar de su nombre, la pólvora sin humo no está completamente libre de humo[2] y tampoco tiene forma de polvo como la pólvora negra, sino que es un material granular. La pólvora negra deja un espeso y duro residuo que es higroscópico y causa la corrosión del cañón, mientras que la pólvora sin humo no presenta ninguna de estas propiedades. La pólvora sin humo permitió el desarrollo de armas de fuego automáticas y semiautomáticas, con muchas piezas en movimiento: con la pesada pólvora negra, se atascaría o ensuciaría.
En 1884 el químico francés Paul Marie Eugène Vieille, por gelatinización de la nitrocelulosa con una mezcla de éter y alcohol, obtuvo un nuevo tipo de pólvora completamente diferente de la pólvora negra, llamada Pólvora B (en francés Poudre B). El nuevo compuesto era un explosivo de tipo propelente que desarrollaba una energía tres veces superior a la de la pólvora negra anterior, mientras que su producción de gases de combustión era muy baja (de ahí el apelativo sin humos). Esta Pólvora B fue el primer tipo de pólvora sin humo, pronto seguido por otras de similares características:
En 1891, el Regio Polverificio sul Liri obtiene la solenita.
En el Reino Unido durante el mismo período, se desarrolló Cordita.
Ventajas de la pólvora sin humo respecto de la negra
Casi no deja residuos. Los pocos que deja no son higroscópicos, por lo que no producen la rápida oxidación y corrosión del ánima del cañón.
Apenas sale humo por la boca del cañón al efectuar un disparo, con lo que dificulta ubicar el lugar de procedencia de los disparos.
Es mucho más potente, y por eso contribuyó a la reducción de calibres.
Es muy estable e insensible a los cambios de temperatura y golpes y más fácil de fabricar y de almacenar, con menor peligro.
Su manejo no es tan peligroso. En caso de que se prendiera fuego, al ser más lenta su combustión, apenas causaría daños.
Por todo esto, a finales del siglo XIX se hicieron innumerables ensayos con distintos tipos de propelentes hasta llegar a lo que conocemos hoy por pólvora sin humo, y ya en la última década de ese siglo aparecieron los primeros cartuchos militares con este tipo de propelentes: el 8 mm Lebel, el .30-40 Krag, el .30-03, etc.
Sus medidas de seguridad son: mantenerla siempre húmeda con agua destilada para evitar que explote y también en envases de plástico sólido para evitar chispas de electricidad estática.
Componentes del propelente sin humo
Las formulaciones de los propelentes pueden contener varios componentes energéticos y auxiliares:
Propelentes:
Nitrocelulosa, un componente energético de la mayoría de los propelentes sin humo.[3]
Nitroglicerina, un componente energético de formulación de doble base y triple base.[3]