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Redención

Redención (del prefijo re, ‘de nuevo’, y émere, ‘comprar’) literalmente significa ‘comprar de nuevo’. Se aplica al pago para obtener la libertad de un esclavo o cautivo, o bien, para volver a adquirir o recomprar algo que se había vendido, empeñado o hipotecado.[1]

En sentido figurado, la redención también es la liberación, mediante una acción, de un vejamen, dolor, penuria u otra adversidad. Se aplica particularmente a conceptos espirituales y religiosos, esenciales en el cristianismo. El redentor es quien redime.

En el cristianismo

La redención constituye uno de los dogmas centrales del cristianismo, que reconoce a Jesucristo como «el Redentor» por antonomasia, pues murió en la cruz para salvar a la humanidad de la muerte y abrirle las puertas del Reino de los Cielos, en un sacrificio por amor a la humanidad.

En el prefacio pascual católico se afirma que Cristo «con su muerte venció al pecado y con su resurrección venció a la muerte»,[2]​ y en el Catecismo de la Iglesia católica se señala que: «La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres».[3]

Entonces Jesús, llamándolos, dijo: «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
Mateo 20:25-28[4]​ (Reina-Valera 1960).
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: «Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que será derramada para remisión de los pecados».
Mateo 26:27-28[5]​ (Reina-Valera 1960).

Véase también


Referencias

  1. Real Academia Española. «redención». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Consultado el 25 de febrero de 2019. 
  2. Versión disponible en misas.org: Prefacio IV dominical del tiempo ordinario - En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. Porque Él, con su nacimiento, restauró nuestra naturaleza caída; con su muerte, destruyó nuestro pecado; al resucitar, nos dio nueva vida; y en su ascensión, nos abrió el camino de tu reino. Por eso, con los ángeles y los santos, te cantamos el himno de alabanza.
  3. Web oficial del Vaticano
  4. «Mateo 20:25-28 versión Reina Valera 1960 (véase también en otras versiones. Consultado el 7 de agosto de 2009. 
  5. «Mateo 26:27-28 versión Reina Valera 1960 (véase también en otras versiones. Consultado el 7 de agosto de 2009. 

Enlaces externos

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