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Centro de Estudios Históricos (España)

El Centro de Estudios Históricos se creó el 18 de marzo de 1910, como una más de las instituciones programadas por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para el fomento y desarrollo de la cultura en una España que pretendía ponerse a la altura de Europa, siguiendo el programa de la Institución Libre de Enseñanza. Dirigido por Ramón Menéndez Pidal, al concluir la guerra civil española y dispersos en el exilio la mayor parte de sus directivos y componentes, fue desmantelado por el franquismo en 1939, y sus fondos pasaron al recién constituido CSIC.[1]

Historia

Entre el 18 de marzo y el 3 de junio de 1910, y siguiendo las orientaciones y recomendaciones de los responsables de la Junta para Ampliación de Estudios, el conde de Romanones, en ese momento ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de un gabinete liberal presidido por José Canalejas, continuó el proceso de creación de una serie de instituciones que serán fundamentales para la ciencia española, así: el Centro de Estudios Históricos,[2]​ la Escuela Española en Roma de Arqueología e Historia, el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales y la Asociación de Laboratorios. También se pusieron en marcha la Residencia y el Patronato de Estudiantes, para que tanto universitarios como graduados e investigadores pudieran trasladarse al extranjero para ampliar conocimientos o mejorar su formación.[1]

En un principio y hasta 1919, el CEH se instaló en el Palacio de la Biblioteca y Museos de Madrid, de donde pasó a la calle de Almagro, 26, y ya en 1931 ocupó el Palacio del Hielo, de la calle del Duque de Medinaceli, que el Estado había adquirido para tal fin en 1928. En 1935 se planeó trasladar el CEH a uno de los nuevos pabellones de la colina de los chopos, pero el estallido de la Guerra Civil frustró el proyecto.[1]

A partir del impulso del CEH,[3]​ se organizaron cursos para extranjeros en la Residencia de Estudiantes, y Menéndez Pidal y Pedro Salinas constituyeron en 1932 la Universidad de Verano de Santander, que heredaría la Universidad Menéndez Pelayo. Así mismo el CEH coordinó las relaciones e intercambio cultural con el exterior, en especial con América. El legado documental y monumental fruto de toda aquella gestión, la formación de archivos documentales y fotográficos (Fichero de Arte Antiguo), la gran colección de libros y revistas, ediciones críticas de clásicos o traducciones de obras extranjeras relevantes, o proyectos como el Laboratorio de Fonética de Tomás Navarro Tomás, se conservan en gran medida en el Centro de Humanidades que lleva el nombre de este último.[1]

Objetivos

En el decreto fundacional de 18 de marzo de 1910 se especifican cinco objetivos principales:[4]

  • 1.ª) Investigar las fuentes, preparando la publicación de ediciones críticas de documentos inéditos o defectuosamente publicados (como crónicas, obras literarias, cartularios, fueros, etc.), glosarios, monografías, obras filosóficas, históricas, literarias, filológicas, artísticas o arqueológicas.
  • 2ª) Organizar misiones científicas, excavaciones y exploraciones para el estudio de monumentos, documentos, dialectos, folclore, instituciones sociales y, en general, cuanto pudiese ser fuente de conocimiento histórico.
  • 3ª) Iniciar en los métodos de investigación un corto número de alumnos, haciendo que estos tomasen parte, cuando fuese posible, en las tareas enumeradas, para lo que se organizarían trabajos especiales de laboratorio.
  • 4.ª) Comunicarse con los pensionados que, en el extranjero o dentro de España, hiciesen estudios históricos, para prestarles ayuda y recoger al mismo tiempo sus iniciativas, y preparar la labor de quienes deseasen proseguir sus investigaciones a su retorno.
  • 5ª) Formar una biblioteca para los estudios históricos y establecer relaciones y cambio con análogos centros científicos extranjeros.

Secciones

Si en 1910 fueron seis las secciones con las que se inició el CEH, entre 1914 y 1916 se alcanzó una cifra máxima de diez, que en 1919 se quedaron en cinco, las que prevalecerían hasta la conclusión de la guerra civil. La tarea fundamental de todas estas secciones fue la elaboración de estudios monográficos sobre distintas materias.

Orígenes de la lengua española

El decreto donde se aprobaba su creación data del 18 de marzo de 1910.[5]​ Bajo la dirección de Ramón Menéndez Pidal, inició su labor en 1910 y la mantendría después de 1919, aunque cambió su nombre en 1916 por el de Sección de Filología. Fue, sin duda, la sección con mayor número de colaboradores y la que mayor importancia alcanzó. En esta sección, Ramón Menéndez Pidal acumuló en torno a sí un conjunto de alumnos y discípulos que constituyeron una auténtica escuela filológica y en esta misma línea se expresó también Rafael Lapesa. Contó entre sus colaboradores a los filólogos que junto a Pidal se escalonan en las generaciones conocidas en la cultura española como del 98, de 1914, del 27 y del 36. Entre los principales trabajos que ocuparon a esta sección se encontraron las excursiones, la localización para una colección de documentos lingüísticos del siglo XI al XV, la elaboración a partir de 1915 y bajo la dirección de Américo Castro de un glosario de palabras contenidas en esos documentos, el desarrollo de un laboratorio de fonética experimental (cuya creación fue casi paralela a la de la sección) y en el que Tomás Navarro Tomás llevó a cabo varias investigaciones. Al mencionado Laboratorio de Fonética, dirigido por Tomás Navarro Tomás, se le suma en 1916 una sección de Folklore, que tenía por objetivo la recopilación de letras y músicas del Romancero español, la edición de cancioneros musicales y la realización de un estudio de conjunto sobre la música popular española.Las dos personas encargadas directamente del Archivo de la Palabra y las Canciones Populares fueron Tomás Navarro Tomás y el músico y folklorista Eduardo Martínez Torner.[6]

También hubo estudios de historia literaria, teatro antiguo español, textos literarios de la Edad Media, y ediciones de textos hispanolatinos (desde 1914). No obstante, las actividades continuaron con trabajos de folclore (desde 1915-16) relacionados muchos de ellos con el rescate del Romancero, la elaboración de mapas geográfico-históricos de la España medieval (desde 1914), una Bibliografía general de la Lengua y Literatura españolas (desde enero de 1915). La sección también inició desde enero de 1915 una serie de breves cursos trimestrales sobre Lengua y Literatura española para extranjeros, colaborando en ellos Antonio García Solalinde, Américo Castro, Alfonso Reyes, Tomás Navarro Tomás, y Federico de Onís.

Pero, sin duda, la iniciativa que mayor relieve alcanzó fue la Revista de Filología Española, empezó a publicarse trimestralmente desde 1914, dirigiéndola Menéndez Pidal y colaborando de forma especial Américo Castro, Federico de Onís, Antonio García Solalinde, Alfonso Reyes, Tomás Navarro Tomás, y Justo Gómez Ocerín. En ella también participaron otras secciones del Centro, como arabista la de Julián Ribera y Miguel Asín Palacios, así como escritores españoles y extranjeros que no pertenecían al C.E.H. Los números de la revista se intercambiaron con los de otras muchas publicaciones españolas y extranjeras, tanto revistas como libros monográficos. La revista contaba con varios apartados: además de los artículos, tuvo una parte de reseñas y bibliografía, así como desde 1916 otras de notas breves y comunicaciones llamada “Miscelánea”. Por tanto, todas estas actividades hicieron que la sección de Menéndez Pidal adquiriese desde el comienzo un desarrollo que la permitió existir hasta los últimos años del Centro y convertirse en la más importante de todas las que se crearon a lo largo de la historia del mismo.

Instituciones sociales y políticas de León y Castilla

Bajo la dirección de Eduardo de Hinojosa. Esta sección se creó en 1910 aunque, en 1914, siempre bajo la dirección de Hinojosa, cambió su nombre por el de Instituciones sociales y políticas de la Edad Media. Durante los primeros años acudieron como alumnos José Giner Pantoja, Pedro Longás Bartibás, Galo Sánchez, José María Ramos Loscertales, José María Vargas, Jesús Común, Cristóbal Pellejero y Claudio Sánchez Albornoz (quien posteriormente continuaría la labor de Hinojosa). No obstante, desde 1914 el único colaborador con Hinojosa en la sección fue Galo Sánchez. Se encargaron principalmente de recopilar e interpretar los fueros y las crónicas latinas medievales.

Arqueología y arte medieval español

Bajo la dirección de Manuel Gómez-Moreno Martínez. Esta sección se creó en 1910 y continuó existiendo después de 1919. El número de colaboradores fue bastante más numeroso que en el caso anterior, destacando José Moreno Villa, Ramón Gil Miquel, Antonio Prieto Vives, Juan Cabré Aguiló, Mario González Pons, Eladio Oviedo, Francisco Antón, José Ramón Mélida, Pedro M. de Artiñano, Casto María del Rivero, Emilio Antón, Leopoldo Torres Balbás, Juan Chacón, Francisco Macho y Emilio Camps. Las actividades desarrolladas consistieron fundamentalmente en cursos sobre arte medieval y preparación de monografías ilustradas de iglesias medievales (en especial mozárabes) y otros vestigios. También hubo trabajos sobre Códices prerrománicos y decoración geométrica en el arte musulmán (con especial atención a la figura del lazo), así como investigaciones sobre arqueología musulmana y orígenes del Renacimiento en Castilla.

Metodología de la Historia

Bajo la dirección de Rafael Altamira. Esta sección permaneció abierta desde 1910 hasta 1918 y funcionó a modo de seminario. Entre los principales colaboradores de Altamira se encuentran durante estos años Magdalena S. de Fuentes, Concepción Alfaya, Germán Lenzano, José Deleito y Piñuela, Rafael Gras, Eugenio López Aydillo, Lorenzo Luzuriaga, Enrique Pacheco, José María Ots y Joaquín Freyre Andrade. Las principales actividades consistieron en los trabajos comunes entre alumnos y director sobre investigación, metodología y bibliografía en Historia Contemporánea, la determinación de documentos y archivos, así como el estudio de cuestiones relativas a la enseñanza de la historia.

Fuentes para la historia de la filosofía árabe española

Bajo la dirección de Miguel Asín Palacios. Funcionó entre 1910 y junio de 1916 con la colaboración de Pedro Longás Bartibás, Maximiliano A. Alarcón y Cándido Ángel González Palencia. Entre las actividades de esta sección destacaron la investigación sobre los orígenes del pensamiento extrarreligioso y heterodoxo del Islam español, así como el estudio que Asín realizó de la biografía, bibliografía y sistema filosófico-teológico de Abenházam.

Instituciones sociales de la España musulmana

Bajo la dirección de Julián Ribera. Comenzó su labor en 1910, suspendiendo su actividad en 1916 y teniendo como colaboradores a Cándido González Palencia, José A. Sánchez Pérez, Pedro Longás, Ignacio González Llubera, Carlos Quirós, Ramón García de Linares y Fernando Montilla y Ruiz. Las principales actividades que se desarrollaron fueron el estudio de instituciones económico-sociales de la España musulmana y trabajos de investigación en Marruecos desde 1914.

Los problemas del Derecho Civil en los principales países del siglo XIX

Bajo la dirección de Felipe Clemente de Diego. Inició sus trabajos el 1 de diciembre de 1911 y prolongó su actividad más allá de 1919, contando durante estos años con la participación de Francisco Rivera Pastor, Francisco Candil Calvo, Enrique R. Ramos, Demófilo de Buen, Leopoldo García Alas Argüelles y Ramón Casariego y Casariego. Se trató de una sección muy activa que trabajó en los Códigos Civiles de España y de otros países europeos, en la lectura y comentario de distintas obras jurídicas, en casos prácticos de derecho y sentencias de tribunales, en el concepto de publicidad y derecho de retención dentro de las relaciones jurídicas, en torno a la condición jurídica de la mujer y, finalmente, en la formación de papeletas para una Bibliografía del Derecho Civil, en especial del español.

Arte escultórico y pictórico de España en la Edad Media y el Renacimiento

Bajo la dirección de Elías Tormo. Sus actividades comenzaron el 15 de enero de 1913 y se prolongaron después de 1919, colaborando en ellas Francisco San Román, el Padre Sanchís Sivera, Francisco Javier Sánchez Cantón, Ricardo de Orueta, Juan Allende Salazar, Manuel Pérez, Jesús Domínguez Bordona y Manuel Herrera Ges. Entre las aportaciones de esta sección se encontraron los trabajos para una exposición en Londres (1914) sobre arte español, una colección fotográfica de monumentos artísticos españoles, estudios sobre escultura sepulcral anterior al siglo XIX y un “índice general de los nombres de los artistas y artífices españoles de biografía o personalidad conocida”.

Estudios sobre la filosofía contemporánea

Bajo la dirección de José Ortega y Gasset. Comenzó sus actividades en 1913, prolongándose hasta junio de 1916 en que Ortega dejó la sección para emprender un viaje a Argentina. Entre sus colaboradores estuvieron Ángel Sánchez Rivero, Joaquín Álvarez y María de Maeztu. Fue una sección con menos actividad que las demás, destacando los trabajos en una obra sobre el estado actual de los estudios filosóficos y, desde 1915, Ortega impartió un curso público sobre “Sistema de la Psicología”.

Estudios semíticos

Bajo la dirección de Abraham Shalom Yahuda. Esta sección se inauguró en abril de 1914, clausurándose en 1917. Entre sus alumnos estuvieron Ramón Bermejo Mesa, principal de sus colaboradores, Julio Broutá, José Ibarlucea e Ignacio González Llubera. Sus actividades no fueron muy numerosas, aunque sí destacó en la traducción y edición de inscripciones sepulcrales y documentos hebraicos y arábigos, así como en la elaboración de un Diccionario rabínico-español.

Estructura del CEH

Pero los inicios fueron modestos, al igual que le sucediera a la Residencia de Estudiantes. Si las 17 plazas que ofrecía esta casa de estudios en su primera sede (un hotel ubicado en el n.º 14 de la calle de Fortuny, en Madrid, no se cubrieron hasta la mitad del invierno posterior, los primeros maestros del Centro de Estudios Históricos apenas tuvieron alumnos en sus clases primeras del 23 y 24 de mayo de 1910. Quienes dinamizaron ese centro de investigaciones en los primeros años de su existencia (Ramón Menéndez Pidal y Manuel Gómez-Moreno Martínez) empezaron a impartir sus enseñanzas a un puñado de oyentes que se podían contar con los dedos de una mano. Ahora bien entre los 4 o 5 alumnos iniciales de Menéndez Pidal, cuyo "nombre es aquí de una fuerza enorme, y todos acatan aquello en que él media", se encontraban quienes llegarían a ser su brazo derecho e izquierdo en la creación de una potente Escuela de Filología Española: Américo Castro y Tomás Navarro Tomás, y entre los dos o tres que escucharon a Gómez Moreno se encontraba el que llegaría a ser uno de los grandes historiadores del arte y la arquitectura hispano-musulmana Leopoldo Torres Balbás.

Sus promotores iniciales, entre los que se contaban, además de Menéndez Pidal y Gómez-Moreno, responsables de las secciones “Orígenes de la lengua española” y “Trabajos sobre arte medieval español”, los arabistas Miguel Asín Palacios y Julián Ribera, encargados respectivamente de los cursos “Investigaciones de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española” e “Investigaciones de las fuentes para el estudio de las instituciones sociales de la España musulmana”, los historiadores Eduardo Hinojosa y Rafael Altamira que impartían sendos cursos sobre “Instituciones sociales y políticas de León y Castilla” y “Metodología de la historia”, y el jurista e historiador del derecho Felipe Clemente de Diego que se interesó por “Los problemas del derecho civil en los principales países del siglo XIX”– supieron poner sus sólidos conocimientos científicos construidos en el marco metodológico del positivismo al servicio del estudio, comprensión y popularización de la riqueza cultural española. Provistos esos maestros de un buen conocimiento de las denominadas técnicas auxiliares de la historia –epigrafía, numismática, paleografía– fueron capaces de poner su saber al servicio de una nueva manera de ver la riqueza cultural español. Transformaron de esta manera su institución en un lugar, una escuela y en un hogar destinados a revalorizar y vivificar el patrimonio cultural español.

El Centro de Estudios Históricos, nacido como un pequeño taller, se fue convirtiendo paulatinamente en una poderosa fábrica donde se construyeron sólidas obras como la serie de revistas en las que se dieron a conocer como primicias los trabajos producidos en el seno de sus laboratorios. Entre esas publicaciones cabe destacar la Revista de Filología Española, fundada en 1914, el Anuario de Historia del Derecho Español (1924), el Archivo Español de Arte y Arqueología (1925), el Índice Literario. Archivos de Literatura Contemporánea (1932), Emérita (1933) y Tierra Firme (1935).

Pero además de ser un lugar donde se cultivaron con brillantez diversas ciencias humanas, se erigió asimismo como una especie de Escuela Práctica de Altos Estudios en el área de las Humanidades, creándose en su seno una especie de escuela de pensamiento y trabajo colectivo, principalmente en el campo de la filología. De hecho actualmente se asocia la trayectoria y los frutos del Centro de Estudios Históricos a la creación y consolidación de la Escuela de Filología Española que surgió en su seno, liderada por Ramón Menéndez Pidal.

Y al mismo tiempo actuó como una plataforma de acción cultural de una de las corrientes de pensamiento más influyentes de la España contemporánea, como fue la krausista-institucionista, creadora de un patriotismo español abierto a corrientes europeístas y cosmopolitas.

La trayectoria del Centro se truncó con la guerra civil española, cuando el 24 de noviembre de 1939 por decreto se disolvió en el recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas.[7]

Los cursos de vacaciones para extranjeros

Fue una de las novedades que el C.E.H. introdujo y que se consolidó en el tiempo, prolongándose los mismos hasta el comienzo de la guerra civil. Tampoco le faltó a esta iniciativa la personalidad de la JAE, pues, como recogen las memorias de la misma, “el primer curso de vacaciones para extranjeros organizado por la Junta, lo fue sólo a título de ensayo”.Como en otras ocasiones, lo que comenzó siendo un experimento, acabó consolidándose. Se organizaron ante la insistencia por parte de maestros extranjeros que enseñaban o estaban interesados en la lengua y literatura españolas. Estos cursos servirían como modelo y continuación a los que la sección de Filología organizaría desde 1915 durante el invierno, con alguna interrupción por la guerra mundial. Además, en 1916-17 el Centro también impartió cursos para la enseñanza de español en el extranjero.

El primer curso se organizó en 1912 y tenían lugar en los meses de verano. Se anunciaban en el extranjero a través de las embajadas y enviando publicidad a los principales centros de cultura (universidades, escuelas, liceos, etc.). Dentro de España se promocionaban los cursos a través de las embajadas extranjeras, así como en universidades, bibliotecas, museos y otros centros. Asimismo se hicieron públicos en algunos periódicos. La dirección de los cursos recayó en la persona de Ramón Menéndez Pidal, que, junto a la Secretaría de la JAE y los alumnos del C.E.H., organizaba los programas. Estos consistieron fundamentalmente en conferencias, clases prácticas y de conversación, excursiones y visitas a museos. En el desarrollo de los cursos participaron como conferenciantes muchos colaboradores de las distintas secciones del CEH, como por ejemplo Federico de Onís, Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, etc. Por su parte, las excursiones y visitas a museos estuvieron dirigidas por Manuel Bartolomé Cossío y Manuel Gómez-Moreno, centrándose fundamentalmente en Madrid y sus alrededores. Los cursos se impartieron en la Residencia de Estudiantes, pues contaba con biblioteca, allí se alojaban los alumnos mientras duraba el curso (las mujeres en el Instituto Internacional) y podían contactar con maestros y residentes españoles que permanecían en ella durante la época estival. Con el tiempo, también se utilizó el CEH para impartir las clases. La nacionalidad de los asistentes fue fundamentalmente estadounidense e inglesa, aunque no faltaron alumnos de otros países. Los cursos atravesaron un momento crítico durante la primera guerra mundial, pues el conflicto hizo disminuir la asistencia de alumnos, pero la Junta no suspendió su convocatoria (salvo 1917) y una vez que concluyó el enfrentamiento bélico, los cursos volvieron a adquirir fuerza hasta que, finalmente, desaparecieron con la guerra civil.

Referencias

  1. a b c d «El CEH en la JAE». csic. Consultado el 11 de agosto de 2017. 
  2. , López Sánchez (2003). «Las Ciencias Sociales en la Edad de Plata española. El Centro de Estudios Históricos, 1910-1936». Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Historia Contemporánea. Consultado el 12 de agosto de 2017. 
  3. Abad, Francisco (2007). «El Centro de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación de Estudios, (1907-1938)». En UNED, ed. Centro Virtual Cervantes. Cauce (Madrid) (30): 7-39. Consultado el 12 de agosto de 2017. 
  4. «Real decreto creando, en virtud de los propuesto por la Junta para ampliación de estudios é investigaciones científicas y de lo que dispone el artículo 45 de su Reglamento, un Centro de estudios históricos con el fin de promover las investigaciones científicas de nuestra historia patria en todas las esferas de la cultura.». Gaceta de Madrid (78): 582-583. 19 de marzo de 1910. Consultado el 12 de agosto de 2017. 
  5. López Sánchez, 2009, p. 84.
  6. «El archivo de la palabra y las canciones populares / por Alfredo Valverde». Archivado desde el original el 30 de junio de 2012. Consultado el 19 de noviembre de 2011. 
  7. Redondo, 2010, p. 38.

Enlaces externos

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