Nobleza en el PerúLa nobleza en el Perú estuvo conformada, en su mayoría, por españoles y sus descendientes (criollos) establecidos en el Perú durante la Conquista, el Virreinato y los inicios de la República, pero también por una cantidad significativa de Caciques indígenas que ya eran nobles desde tiempos pre-hispánicos. Los títulos fueron concedidos por la Corona de España, en su mayoría durante el reinado de Felipe V, siendo el Virreinato del Perú el territorio que contó con más nobles titulados en toda Iberoamérica, 227 aproximadamente.[1][2] Hay que recordar que la nobleza no sólo estaba constituida por los títulos nobiliarios, sino también por los caballeros de las Órdenes Militares -muy numerosos también en los reinos indianos-, y por los hidalgos de sangre y de privilegio, como los señores de Tejada. Para ganarse un título nobiliario durante el Virreinato del Perú, algún integrante de una familia debía lograr una hazaña heroica (sobre todo en guerra), efectuar algún logro notable (mayormente aportaciones culturales o económicas con un desempeño extraordinario a favor del reino), ocupar una posición prominente y meritoria en el gobierno que lograse afianzarse por tradición (usualmente a través del Pactismo español o el Derecho consuetudinario indígena), o comprarlo a través de los premios de hidalguía (con la condición de tener cualidades morales y no ser alguien infame entre el pueblo), siendo así que el Rey de la Corona de Castilla haría concesiones de nobleza a está persona y sus descendientes para con los Reinos de Indias.[3]A su vez, existía 2 tipos de reconocimiento de nobleza, la “natural” o de “sangre”, referido hacia todos los nobles que adquirieron fama y reputación por sus méritos y servicios de una familia, y la “civil” o de “privilegio”, referido para los nobles cuya existencia estaba condicionada al reconocimiento público de una persona por sus servicios a nivel local. Estos últimos requerían el reconocimiento del Rey para que les premie por sus servicios, e inicialmente eran una concesión personal (que con el tiempo podía permitirse o no que se transmita a los hijos, naciendo los linajes).[4] Los títulos de nobles indígenas no eran considerados títulos de Castilla (que le correspondía a los nobles criollos a través de la Cámara de Castilla), sino que fueron catalogados en un fuero propio como títulos de Las Indias (que le correspondía a través de la Cámara de Indias).[5][6][7][8] Con ello, se mantenía a la nobleza indígena como hermanos menores de la nobleza criolla, de modo análogo a la subordinación jurídica del Reino de Indias (representante de la República de Indios) a la Corona de Castilla (representante de la República de españoles). Sin embargo, esta desigualdad ante la ley (en cuanto a que los indios tenían menos deberes civiles que los españoles) no anulaba su igualdad de dignidades ante el derecho, exigiendo el rey de España y la Iglesia católica en las Leyes de Indias que se les tratase del mismo modo que a cualquier Señor Europeo por sus Justos Títulos.[9] Algo que fue demostrado cuando Carlos II de España emitió la Real Cédula de Equiparación en 1697, en donde se recalcaba que los nobles indios eran iguales a los nobles españoles (hidalgos) y debían tener las mismas oportunidades de acceso a las instituciones políticas del virreinato.[10] Además, los títulos eran patrimonio de la Corona Española y no una propiedad de las personas (que más bien lo recibían por concesión y hacían uso de estos por ostentación), por lo que podían extinguirse o declarar al poseedor como indigno de los privilegios. Tampoco eran enajenables, sino que estaban sometidos a las leyes del Mayorazgo, y la herencia de los títulos solo podía ser por Licencia real.[11] En América la nobleza titulada usualmente la constituían los títulos de marqués (gobernador de frontera) y conde (compañero del rey en la guerra), mientras que la dignidad de Barón fue traído del extranjero. Los hidalgos españoles y caciques indios no eran nobleza titulada, aunque podían acceder a la titulación de obtener una merced del rey, cosa muy solicitada en la correspondencia de nobles indios y criollos hacia la España peninsular.[12] Esta clase social clase gozaba de privilegios como: no pagar determinados impuestos (en el caso de la nobleza indígena, estaban exentos del tributo indígena o la Mita), ser dueños de grandes extensiones de tierras (usualmente acompañado de Siervos, del que los nobles tenían la obligación de protegerlos y satisfacer sus necesidades básicas), poseer castillos y posesión de armas. De presentarse algún tipo de conflicto armado, los nobles estaban obligados a entrar al servicio de sus reyes para defender su causa, sobre todo en caso de guerras internacionales o intentos de revolución. A su vez, está clase social poseía blasones nobiliarios que servían como los principales símbolos de poder entre sociales, con una importancia altísima en tanto que estos símbolos los podían entender cualquier persona (sea letrada o iletrada, sea indio, negro, mestizo o español), que entenderían que su poseedor era miembro de un estatus socioeconómico alto. Por dicha razón solían ser puestos y grabados en lugares muy visibles, como los dinteles de las puertas, las lápidas de un fallecido, los adornos del hogar o las calles, los sellos de los bienes y propiedades, e incluso en los bordados de los trajes. Frente a ello, el Perú, junto a México, serían los poseedores del patrimonio de heráldica indígena más rico en todo el continente americano. Su legado perduraría incluso luego de la abolición de la nobleza, ya que mientras la mayoría de familias nobles (sobre todo indígenas y españoles peninsulares que no se les incluyó en el proyecto republicano) quedarían destrozadas tras el triunfo del Liberalismo, otras familias nobles (sobre todo criollas y mestizas aliadas) lograrían adaptarse y formarían parte de las elites políticas que surgieron en el Perú independiente (o al menos pequeñas elites regionales) al volverse Capitalistas con una red de familias que solían vincularse solo entre ellas, en una alta sociedad muy exclusiva donde perduraron sus privilegios en el ámbito económico. Destacarían familias como Grau Orlandini, Reboa von Preussen, Grau Belmont, De Osma Berckemeyer, Hildebrandt Perez-Treviño, Tudela van Breughel-Douglas Santos Sicos, Tupac Yupanqui Blomberg, Tupac Yupanqui Beuzeville, Chukiwanka Ayulo, Betancourt Tupac-Amaru, Quispe Ortigoza, Waskar De Leon, De Castro Guaypartupa Inga, etc. Sin embargo, estos ex-nobles, desnaturalizados de sus antiguas exigencias aristocráticas y convertidos en burgueses (aunque no necesariamente Industrializadores), crearían controversias, como el haber participado en el desarrollo de una Oligarquía criolla en las zonas urbanas,[13] o del Gamonalismo en las zonas rurales,[14] lejos de practicar sus antiguos deberes políticos señoriales del sistema corporativo pre-capitalista, y acusados de solo propiciar una economía Mercantilista y Feudal. Aunque también ha habido varios casos notables de descendientes de nobles participando en movimientos por la defensa de la Justicia social, o por lo menos financiando actividades de Caridad y Filantropía, tratando de mantener la práctica de los valores de virtud y nobleza que hacían ostentación (a veces con colaboración de la Iglesia católica, continuando su tradicional devoción religiosa), incluso unos cuantos paradójicamente se harían Socialistas. Nobleza de la República de IndiosHistoria y CaracterísticasLas sociedades prehispánicas habían desarrollado estructuras sociales complejas, en el que había Jerarquías sociales y por el que existía una clase social dirigente análoga a la Nobleza. En las Civilizaciones andinas, estos eran auténticas elites, con rangos análogos a las realezas del Viejo Mundo, y comportándose los Curacas más poderosos de un modo Imperialista, destacando el Curacazgo incaico, el cual desarrollo una sociedad altamente jerarquizada, con «nobleza de sangre» y «nobleza de privilegio» (referido a las elites regionales que se incorporaron por las buenas al Imperio de los Incas) y con las Panacas en un status superior al resto de Ayllus.[15] Esto contrastaba con los jefes locales de algunas sociedades tribales y nómadas cercanas (como los Caribes, Guaraníes o Mapuches) que no estaban en el mismo estado de desarrollo social por su falta de Urbanización y División social del trabajo. Aunque al final, a todos estos "Señores Naturales" se les reconocería sus derechos preexistentes en el Imperio español tras la ardua defensa de Bartolomé de las Casas y los discípulos de Francisco de Vitoria en la Junta de Valladolid, pues a la Corona Española le parecía justo respetar la posición que tenían los caciques entre sus comunidades y que así ayuden a consolidar la administración del imperio en materia de justicia como nexos de unión entre la autoridad imperial española y las comunidades indígenas (aunque bajo la condición de convertirse al catolicismo y aceptar ser supervisados por funcionario españoles). Los españoles incluso identificaban como Emperadores a los Sapa Incas del Tahuantinsuyo o a los Tlatoani del Imperio azteca, por tener dichas realezas como sus vasallos a los soberanos (reyes curacas o indios principales) de regiones pequeñas, que a su vez estos tenían avasallados a señores de menor importancia (indios caciques), haciéndoles comparaciones con la relación que tenía el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con sus Príncipes alemanes. Por ende, un Sapa Inca no era clasificado bajo el mismo estatus que un cacique ordinario, incluso se les consideraba a los miembros de la Casa real incaica en el mismo rango de la nobleza alta española (es decir, los príncipes e infantes de la Familia real española).[16] Además, el primer contacto entre la sociedad peruana con los pueblos amazónicos, en donde las relaciones no eran ni conflictivas ni tensas, provino de iniciativa de la nobleza del Oriente Peruano (y desde el punto de visto de pueblos como el Asháninca, fue obra suya y no de los españoles el descubrimiento de sus tierras y cultura, junto a la entrada del catolicismo), puesto que varios caciques de la Amazonia peruana enviarían embajadores a la Ciudad de los Reyes con el interés de comerciar y establecer relaciones. Por ejemplo, en 1594 unos 6 caciques asháninca visitaron Lima a reunirse con el Virrey García Hurtado de Mendoza, y según Antonio Tibesar: “Los Caciques Campas recibieron muy buena acogida, pues ofrecían a los Jesuitas una oportunidad para familiarizarse con otro sector de la frontera hasta entonces desconocido”, y posteriormente los Jesuitas del Perú (establecidos en la Selva alta de Jauja y dirigidos por el padre Juan Font) intentarían hacer expediciones de misioneros para evangelizar a sus pueblos vasallos de la Amazonía (aunque fracasarían en esa intentona de fines del Siglo XVI); posteriormente, un cacique convertido al catolicismo, Antonio Talancho, en 1631 apoyo al misionero franciscano Fray Felipe Luyando para llegar a la región de los Panatahuas y establecer la fe en la zona, y entre los miembros de está misión estaba el limeño Fray Jerónimo Jiménez, quien fundó la misión San Buenaventura de Quimiri (cerca a la actual La Merced) y desde ahí inicio la Colonización de la selva central; en 1637 llegaría a darse la primera rebelión Asháninka, con el liderazgo de Andrés Sampati y Pedro Bohórquez, contra los franciscanos del Cerro de la Sal por los controles institucionales que desarrollaron en la zona (sobre todo el cobro de impuestos) y por miedos supersticiosos de que las Epidemias eran un castigo por permitir la entrada de los europeos, haciendo que abandonen la región y se refundaran misiones en 1671 (por Alonso Robles) y 1674 (por el padre Izquierdo), esta última misión sería incendiada por el cacique Mangore.[17] Aquel ejemplo expreso la importancia de la nobleza católica por la integración de los amazónicos a la Civilización occidental cristiana, y también la de la nobleza pagana para expulsar a los foráneos y quedarse solo con los aportes materiales. El término “indio noble” fue adoptado por los europeos para referirse a los indígenas que descendieran de los soberanos prehispánicos (Curacas, Reyes y Señores Naturales), así como por pertenecer a la elite política, sacerdotal y militar que dominaba a las distintas poblaciones que habitaban en América. Se usaban los términos de “indio principal”, “indio noble” o “principal” para referirse a estos indios (pertenecientes a un Estamento privilegiado ya en tiempos precolombinos), en contraste con los "indios ordinarios", "indios del común", "indios tributarios" o "indios del pueblo" que eran Pueblo llano del Común. Fue así que en el Virreinato del Perú se dividieron en una Alta y Baja Nobleza indígena, dependiendo del rango de poder en el que se encontraban al momento de la Conquista del Imperio incaico:[18][19][20][21][22][23] Además, en la Recopilación de Leyes de las Indias, existe un apartado dedicado a la nobleza indígena en el Derecho indiano, mayormente durante el Título VII del Libro VI; de ahí se destaca que todos los caciques en general debían tener acceso a la educación de alta calidad, que solo podían ser juzgados por la Real Audiencia y los Oidores que sean Visitadores (nunca por la justicia ordinaria), y que también los funcionarios españoles tenían un deber de proteger a sus súbditos en caso de abusos de sus caciques. Según Real Cédula del 22 de marzo de 1697 por Carlos II de España, se ratificaría la equiparación de las familias nobles indígenas con las de los Hidalgos y nobles de España, y otra Real Cédula del 26 de marzo de 1698 les reconocería el derecho de usar el honorífico "Don" antes de su nombre.[16] Políticamente los Caciques tenían responsabilidades dignas de un Sistema señorial (pues su señorío no era solo territorial, también jurisdiccional, teniendo protestad de hacer leyes en sus dominios o Ayllus), además que incluso los indios nobles no cacicales influían en la elección de gobernadores regionales (como el Cabildo de indios o Varayoc en el Cabildo colonial). Siendo entonces los nobles indios elementos claves en las competencias de poder a nivel local entre corregidores, encomenderos, hacendados y mercaderes. Además que se tenía reconocimiento de que sin ellos no se pudo haber dado la conquista española, pues la Monarquía Española debía su dominio y vasallaje a la cesión de soberanía que los caciques entregaron al Rey de España a cambio de un Pacto acordado con los Señores Naturales (además que solo pudieron los conquistadores ganar las guerras de conquista con el apoyo de varios indios aliados por pactar con sus jefes caciques) y por tanto, eran imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad virreinal peruana y su sistema institucional. Incluso tenían la capacidad de estar en conflicto con el estamento de la República de españoles (en vez de ser subsumidos por el control colonial de un modo depredativo) y de hecho llegaban a salir victoriosos en múltiples ocasiones (pero no siempre). Además que solían rememorar a figuras de poder ancestrales en su familia (como los Reyes Incas, Chimú, Mochicas, etc), volviéndose garantes de la memoria histórica indígena, que a su vez sirvió como mecanismo político para exigir el respeto de sus derechos de la nación indíca por sus capacidades humanas naturales a lo largo de su historia, como también el reconocimiento de sus privilegios de nobles por sus servicios al Imperio español (a través de exigir el cumplimiento de acuerdos de los conquistadores con sus ancestros, como también las cédulas del Rey de España a su favor por reconocer los pactos). Incluso llegaron a formar Ligas indígenas, redes de asociación entre caciques y nobles indios para defender sus causas sociopolíticas dentro del Virreinato Peruano, así como el envío de procuradores de indios a la Corte de España o al Consejo de Indias dentro de la Metrópoli (donde destacaron Juan Nuñez Vela de Ribera, Vicente Mora Chimo,[24] Juan Bustamante Carlos Inca, Fray Calixto de San José Tupac Inca, etc).[25] A su vez, cuando se daban rebeliones contra las autoridades coloniales (usualmente bajo el lema "Viva el rey, muera el mal gobierno"), era usual que los caciques tengan la protestad de organizar los levantamientos al hacer ostentación de su capacidad de liderazgo en las comunidades.[26] Económicamente, muchos nobles indios tuvieron también gran participación en la Historia económica del Perú virreinal, controlando vastas redes de comercio. Por ejemplo, eran partícipes de la explotación de minas y llegaban a tener en su servicio a varios indios jornales que los gremios españoles buscaban alquilarles a precios muy elevados (200-340 pesos).[27][28] También eran los grandes motores de la Industria textil en el Perú colonial, por tener posesión de maquinaría para el desarrollo de actividades manufactureras que tuvieron gran relevancia en los Andes y competían con los españoles.[29] Socialmente habían tenido una participación significativa en desarrollar la Cultura peruana y Sudamericana, configurándola desde tiempos inmemoriales en la época Precolombina, y siendo garantes de la misma memoria indígena y sus tradiciones en la época colonial. Por ejemplo, fueron los primeros artistas con formación en la sociedad peruana, haciendo pinturas de carácter regionalista, que en tiempos virreinales tuvo influencia del manierismo y barroco castellano, flamenco e italiano, además de ser los primeros referentes de la Escuela cuzqueña de pintura con sus cuadros llenos de motivos costumbristas y religiosos (como las obras del Niño Jesús Inca),[30] además de retratos pictóricos de aristócratas indígenas junto a sus cuadros genealógicos y heráldicos.[31][32] También elaboraron estatuillas icónicas de la época, como Queros de cerámica con el Águila bicéfala de la Casa de Austria.[33] Y sus vestimentas utilizadas llegaron a influir en el desarrollo de la identidad de los Andes coloniales.[34] Por otra parte, se produjo un Nacionalismo neo-inca o movimiento incaísta que influyo en algunos proyectos políticos de indios rebeldes (pese a quedar en el ostracismo tras el liderazgo nacionalista-criollo de la independencia).[35] También tenían gran participación religiosa. De hecho, la Evangelización en América no se pudo haber dado sin ellos, dado que la conversión de la gran mayoría de los indios del Perú al catolicismo no se consiguió mediante la guerra, sino a través de la persuasión a sus jefes, reyes, curacas o señores naturales (pues todos sus vasallos se convertían en un intento por imitarlo). También hubo varios nobles indios que fueron Sacerdotes de la Iglesia católica, sin tener mayores dificultades con los Estatutos de limpieza de sangre, aunque si limitados a inicios del Perú virreinal por prejuicios por parte de funcionarios criollos por su condición de Cristiano nuevo.[36]Sin embargo, tras la Cédula de Equiparación de 1697 (y las reafirmaciones dadas en 1725 y 1767) se lograría mayores facilidades para que los indios (ordinarios o nobles) sean parte del Clero, incluso ya siendo considerados Cristiano viejo los nobles indios.[37] Se sabe además que el Consejo de los 24 nobles electores Incas del Cusco solicitó que entren caciques a participar como jueces del Santo Oficio de la Inquisición peruana, dignidad que la Inquisición española les reconocería en 1693.[38] Por otra parte, también presidían grandes ceremonias religiosas, como la tradicional Corpus Christi del Cuzco. E incluso hubo caciques que fueron propuestos a la Canonización, como el Venerable Nicolás Ayllón.[37] La cantidad de caciques existentes en el extenso Virreinato peruano fue de los más numerosos en toda América, superando los 2.000. Cacicazgos durante la gestión del virrey José Antonio Manso de Velasco.[39][40] Previamente, en el año 1621, se registró unos 47 cacicazgos y gobernaciones de indios que eran presididas por mujeres (ubicados por la costa norte y la sierra sur en su mayoría), lo cual evidencio el respeto a la dignidad de la mujer en la dinámica social de las mujeres indígenas, en donde un gran número de naciones prehispánicas ya tenían gran poder y poseían muchos bienes (incluso unos cuantos cacicazgos tenían tradición matriarcal, como la institución de la Capullana en las pachacas y señoríos de grupos Tallánes de Piura),[41] donde la instauración del virreinato no cambió del todo esta situación, e incluso permitió mayor inclusividad femenina en la Nobleza incaica.[42] Por ejemplo, la Señora del Valle de Yucay o Doña Francisca Pizarro, que eran las mujeres más ricas del continente americano durante el siglo XVI y a su vez tenían un gran dominio de las riquezas de los Reinos del Perú.[43] Tras las Reformas borbónicas, los nobles indios harían esfuerzos por mantener su representatividad política y que la Monarquía absolutareconozca márgenes de autogobierno más alto entre la República de Indios. Para ello hicieron largas gestiones entre 1720 a 1770 para lograr ser representados por procuradores de indios y otra clase de defensores a la nación india, mientras añoraban los nobles indios que se les reconozca como cabeza política de la «Nación de los naturales del Perú» (según las teorías Organicistas). Estas estrategias más pacíficas de negociación política lograrían ser más efectivas, que las rebeliones anticoloniales, para lograr una integración más activa de las elites indígenas dentro de los mecanismos sociales y relaciones de poder en el Virreinato (llegando a vencer las barreras de la desconfianza de las autoridades a los indígenas por eventos como la Crisis de 1750). Una muestra de ello fue la participación de la nobleza indígena con un espacio autónomo y diferenciado durante las ceremonias de coronación de nuevos reyes españoles, reafirmando su identidad institucional.[44] DecadenciaSegún el historiador neerlandés Ronald Elward Haagsma, la nobleza india empezaría a decaer en un proceso que empezó con la Crisis de 1750 (la Conspiración de Lima de 1750 y la Rebelión de Huarochirí de 1750), se intensificó con la represión de la Rebelión de Túpac Amaru II, y se consolidaría en la Independencia del Perú.[45] En el proceso, se presentó también un decaimiento económico en las comunidades indias en una relación directamente proporcional a la decadencia institucional de la nobleza indígena, puesto que los curacas solían ser los poseedores de centros de manufactura textil (obrajes y chorrillos) y por tanto el embrión de una Burguesía que hubieran sido los garantes de una hipotética Revolución Industrial, entre los pueblos andinos, que terminó abortándose (sobre todo en cuanto al declive de la actividad textil).[29] El primer golpe fue con las desconfianzas que tendrían a los nobles indios un grupo de autoridades españoles de tendencia absolutista (de la que buscaron aliarse ciertas oligarquías criollas) tras los éxitos políticos de Juan Bustamante Carlos Inca en la Corte de España durante el reinado de Fernando VI de España. Tales éxitos de Carlos Inca en la España peninsular generaron en la época el desarrollo de una intensa correspondencia entre los nobles indios, el cual fue causado por un aumento en la confianza indígena por reformas a su favor en el Imperio español, y recibiendo el apoyo del bajo clero con el Planctus Indorum Christianorum in America Peruntina.[46] Sin embargo, el efecto de tal exceso de confianza fue que surgió tanto una facción reformista (cuyo representante más destacado fue el noble Fray Calixto de San Jose Tupac Inca, que intento varias veces comunicar los reclamos de los nobles indios y sus vasallos ante el Rey de manera personal), como también una facción rebelde entre los nobles indios, los cuales crearon redes de conspiración para asestar golpes de estado a los cabildos y corregidores que sean representantes del mal gobierno de los criollos (aunque aún manteniendo la lealtad al Rey español, el Inca católico que tenía un aura de intachabilidad moral en la mentalidad popular por ser la figura más alta de justicia en el sistema monárquico, que era considerado legítimo según el Pacto colonial que habían acordado y del que exigían su correcto cumplimiento). Aquello provocó entonces que se dieran varias rebeliones en el siglo XVIII con las consignas de Viva el rey, muera el mal gobierno. Sin embargo, el desastre de la Rebelión de Huarochirí de 1750 (provocado por unos nobles indios disidentes que intentaron conspirar una rebelión en Lima, en medio de la rebelión de Juan Santos Atahualpa) generaría una muy mala fama al estamento de la nobleza india, aumentándose las políticas centralistas del Reformismo borbónico que le cortaron ciertas libertades, y hasta empezarían a surgir propuestas de absolutistas radicales que deseaban abolir su estamento.[47] En el proceso se presentaría un fenómeno irónico por causa de estas reformas absolutistas, puesto que se empezarían a democratizar las comunidades rurales, dado que el debilitamiento del estamento caciquil provocaría que aumenten los mistis (mestizos) en el acceso de los gobiernos locales e instituciones que accedían tradicionalmente los caciques, lo que a su vez impulsaría como reacción que las comunidades indias empiecen a aumentar sus alcaldes-varas o varayocs (contrarrestando un posible aumento de poder de los mestizos de la república de españoles), los cuales serían alcaldes electos independientemente de cualquier privilegio heredado; siendo una curiosa muestra de la Ley de la oferta y la demanda y a su vez parte de los objetivos de Modernización política, aunque eso pudiera disgregar las identidades locales en nombre de una autoridad más eficiente y controlable por el estado. Dichos varayocs se expandirían aún más en tiempos republicanos y ocuparían las responsabilidades de liderazgo en los cacicazgos que alguna vez ostentaron los nobles.[48] El siguiente golpe fueron las altos perjuicios que hubo tras la Gran rebelión de los Andes, liderada por el noble inca renegado, Túpac Amaru II (José Gabriel Túpac Amaru), y apoyada por algunas facciones de nobles indios con ideas Liberales o con un Nacionalismo inca (en su etapa radical donde el Ilustrado José Gabriel se proclamó Inca rey del Perú)[49][50] y de nostálgicos ex-Austracistas que extrañaban las libertades políticas (Fueros) que se gozaba con la Casa de Habsburgo (en su etapa moderada donde aún era José Gabriel leal a España).[51] Aunque la gran mayoría de nobles indios estuvieron en la causa realista y declararon la guerra a Tupac Amarú II, que consideraron un usurpador de la Mascapaicha.[52] Durante la rebelión, los nobles indios recibirían un duro golpe económico y social, puesto que los líderes, José Gabriel y Túpac Katari, con sus ideas Radicales, provocaron que los indios ordinarios se cuestionen la legitimidad del estamento caciquil (pues los rebeldes propagaron la idea de que los nobles eran cómplices del mal gobierno, amenazando con abolir el sistema señorial), mientras que se dieron decretos para que todo indio noble y cacique enemigo sea ejecutado sumariamente, y sus propiedades sean confiscadas en beneficio de la causa rebelde (lo cual fue un intento de Genocidio a través de la Guerras de Castas, que anticipaba las futuras políticas de Guerra a muerte en los movimientos Jacobinos). Todo ello propicio a que se desarrolle el fenómeno del Caudillismo en indios plebeyos cada vez más desobedientes a los nobles indios, junto a una decadencia económica muy fuerte por la devastación en la que quedó el Ande.[53][54][55] Tras la derrota de la rebelión, se provocaría una gran paranoia entre los funcionarios de la monarquía española contra el movimiento nacionalista neo-inca (el cual, a través de memorialistas y voceros, habían hecho conspiraciones contra el Absolutismo borbónico durante lo que iba del siglo, pero que con la Gran Rebelión habían demostrado ser una fuerza de temer para la seguridad del estado y la soberanía del Rey), lo cual fue aprovechado por una facción de absolutistas radicales (como José Antonio de Areche, Benito de la Mata Linares, Vicente Ore, Juan Bautista, Jiménez Villalba, Teodoro de Croix) para empoderar sus ideas Estatistas y usar de excusa el evento para reducir las libertades de la nobleza de los Reinos de Indias (del mismo modo que ya habían hecho con los Decretos de Nueva Planta a la nobleza de la Corona de Aragón) con el fin de desarrollar un Estado moderno con instituciones uniformes (sin las diferencias del estamento de indios con el estamento de españoles); en el proceso algunos criollos corruptos, pero con fuerte poder político, decidieron aliarse con tales reformadores peninsulares con tal de acumular su propio poder (o por simple despecho a los indios), aduciendo que luchaban contra la corrupción de la nobleza indígena, cuyo estamento era acusado de falsificar sus linajes y tener redes de Nepotismo para empoderar a advenedizos indignos de nobleza.[56][57] A tal paranoia colectiva se le sumó la desconfianza de los absolutistas peninsulares (y desprecio de criollos ilustrados) a la religiosidad popular en los dominios de los Curacas en el Ande (sobre todo el mito del Inkarri), del que se sospechaba de que había algunos nobles indios que no eran auténticos cristianos y que habían caído en el Sincretismo religioso con la idolatría pagana, lo cual debía justificar una campaña de hispanización política más radical (pues el tener una doble identidad hizo que ciertos funcionarios considerasen que tenían una predisposición a ser infieles a la corona, por lo que su Derecho consuetudinario debía ser sometido)[58] y hasta se presentaron argumentos en los más radicales de que los nobles indios no estaban cumpliendo con sus deberes de evangelización y que era razón suficiente para abolir su institución (el cual se aducía ya habría cumplido sus funciones tras la conquista y que ya no eran necesarios para consolidar el dominio de España en el Perú).[57] Con ello, recibirían también un golpe político frente al Despotismo ilustrado de Carlos III de España, en tanto que una persecución a la nobleza incaica no se hizo esperar debido a las desconfianzas, llegando a suspenderse temporalmente al Consejo de los 24 nobles electores Incas del Cusco, pues se les exigió que hagan probanzas de nobleza. Aunque al final, la facción absolutista radical no lograría sus cometidos, pues se restableció el Alférez Real de los Incas y se despidieron a varios de estos funcionarios anti-indigenistas por los conflictos que generaban, pero al final dejarían consecuencias devastadoras., sobre todo a nivel cultural con la decadencia de la cultura quechua.[59][60][61] Muchos nobles indios tendrían una recepción mixta a la Constitución de Cádiz (la cual inicialmente se recibió positivamente de manera general, pero tras ser puesta en práctica, solo generaría desilusiones). Hubo nobles indios como Dionisio Inca Yupanqui que participaron activamente en las Cortes de Cádiz, así como nobles como Mateo Pumacahua que defendieron su instauración en la Rebelión del Cuzco de 1814 (aunque mayormente por la creación de estatutos autonómicos contra el centralismo limeño, en específico la Diputación provincial del Cuzco, no tanto por un compromiso con el liberalismo). Sin embargo, los nobles en general quedarían descontentos por la anulación de los señoríos jurisdiccionales (que atentaba contra las autonomías locales de comunidades indias para tener leyes propias a través del cacicazgo), la abolición de los mayorazgos pequeños y medianos (siendo un atentado contra la propiedad comunitaria de los ayllus, para pasar a ser propiedades individuales, queriendo forzarles a ser Burgueses a los nobles que no se dedicaban al comercio), desamortizaciones de tierras de comunes y de propios (que se entregaría a militares y menesterosos que teóricamente iban a administrarlos mejor, pero generaron descontento a los súbditos de nobles y aumentaron el peligro de una revolución), la abolición del tributo indígena (reduciendo los ingresos del cacicazgo y generando problemas financieros para mantener la infraestructura y los servicios públicos del territorio) y sobre todo el intento de nacionalizarles como ciudadanos españoles (aboliéndose las diferencias de nobles indios y nobles españoles, atentando al Derecho consuetudinario del indio), haciendo que los indios sean representados en las Cortes como parte de una "misma nación" y no según su estamento.[62] Aquello generó que varios nobles indios consideraran que la Constitución de Cádiz y su concepto de Soberanía popular era un barbaro absolutismo con otro nombre, y tuvieran tendencias reaccionarias en la que apoyaran a las Partidas realistas que luchaban contra el Liberalismo español (pues percibían que los liberales defendían una concepción abstracta e ideologizada de la libertad, sin comprensión del problema del indio y enajenados del Realismo filosófico en sí) y en defensa de las libertades concretas de los fueros, lo cual a la postre los haría grandes aliados del Ejército Real del Perú y su Contrarrevolución a los movimientos liberales. Aunque algunos indios de baja nobleza, como Ignacio Ninavilca, escogerían unirse paradójicamente a la causa patriota (intentando usurpar el liderazgo criollo y liberal del movimiento), pues tenían miedo de que Fernando VII de España restaurara el Absolutismo español, muy odiado por la nobleza indígena tras haber empoderado en exceso a los peninsulares, y tampoco confiaban en la resistencia española al absolutismo por su liderazgo liberal (a quienes percibían que con la Constitución Gaditana buscaban oprimir al indio al obligarles a tener los mismos deberes políticos de la Nación española antes que tener deberes diferencias como indios, haciéndoles anti-nacionalistas), creyendo que solo quedaba un viraje extremista con la separación absoluta de la Monarquía Española (identificando la raíz del problema en el estamento español) y que debían cortar con estos, aprovechando el conflicto de los criollos, para evitar que se consolide un Estado nación moderno que atente contra sus tradiciones políticas de las naciones indias (cosa que terminaría pasando con la instauración de la República del Perú, que se consideraba una sola nación unida por su soberanía abstracta en el estado a través de un Contrato social, y no varias naciones unidas unidas en un pacto de protección y servicio, pues triunfo la facción liberal-criolla esencial del movimiento).[63] ClasificaciónBaja NoblezaEstos eran la mayoría dentro de la elite indígena, puesto que descendían de los Curacas, Señores o Reyes prehispánicos cuyas jurisdicciones habían sido anexadas a los dominios del Sapa Inca durante la Expansión del Imperio inca, como los caciques chimúes, chachapoyas, huancas, chancas, etc; además de los nobles amazónicos que fueron avasallados por nuevas expediciones más allá del Tahuantinsuyo. Estos nobles usualmente tenían antepasados en los Indios auxiliares, los cuales habían jurado fidelidad a la Corona de Castilla y habían participado en la Conquista y Pacificación del Perú. Por lo tanto, gozaban de privilegios fiscales y políticos (sobre todo, estaban exentos de pagar tributos), podían ocupar cargos administrativos locales (como el cabildo de indios), tenían facilidades para tener negocios, debían tener acceso a la educación (aprendiendo las costumbres españolas y de filosofía política en colegios de caciques, donde aprendían de Aristotelismo y Tomismo),[64] etc. También se incluye a indios ordinarios, en su mayoría ladinos instruidos y políglotas que sabían leer, escribir y habían recibido algún grado de formación académica (por lo cual eran muy cultos, sabios, inteligentes y habilidosos), los cuales obtendrían títulos de nobleza a través de la suerte, la astucia, el talento (oficio o profesión) o la benevolencia de algún poderoso.
Usualmente era a través de premiarles por su habilidad en algún oficio o profesión de la época, así como por formar gremios y sociedades de comercio, o por sus servicios políticos y económicos a la Corona española como militares, traductores o por hacer aportes culturales. Aunque también se cuenta de indios que, tras entender como funcionaba la institucionalidad del Virreinato del Perú, incurrieron muchas veces en actos de corrupción para ocupar puestos de poder en su región, lo que los volvía frecuentemente en Advenedizos. En cuanto a su condición económica y poder político, usualmente eran de la Clase media (aunque de hecho eran heterogéneos, habiendo nobles indios empobrecidos, pero con gran movilidad social), y tenían el suficiente poder de negociación para desarrollar una independencia relativa (junto a los indios bajo su protección) de los designios de los grupos de poder integrados por nobles criollos o funcionarios peninsulares del Virreinato. También tenían una formación cultural muy alta que les daba libertad de los grupos de presión entre los indios plebeyos con sus gremios y caudillos (en gran medida por haber comprendido las costumbres españolas, sin hispanizarse, y entender mucho mejor el funcionamiento de las instituciones de las repúblicas de indios y españoles).[65]
Advenedizos
Los indios advenedizos eran gente de dudoso origen, pudiendo ser en realidad plebeyos del común (pueblo llano), que se regodeaban en la nobleza a través de haber conseguido amistad con algún funcionario de alto rango, poseer una gran fortuna (ser burgués), haber tenido la fortuna de tener buena instrucción académica (sobre todo por las órdenes religiosas), o por haber recibido conexiones con algún rico comerciante, autoridad o noble que les favoreciera. Fue así que se las ingeniaban para ascender socialmente jerárquico a un rango que no les correspondía dentro, puesto que se hacían pasar por nobles y llegaban a obtener influencia política.
Estos indígenas eran en su mayoría ladinos (instruidos) que laboraban usualmente como escribanos, procuradores, intérpretes, tesoreros, contadores o comerciantes. Así, llegaban al punto de usurpar identidades, cacicazgos y gobernaciones de las periferias, gracias al apoyo de funcionarios virreinales corruptos. Casos emblemáticos de advenedizos fue el de Diego Felipe Betancur Túpac Amarú queriendo usurpar los derechos de José Gabriel Tupac Amaru en sus dominios legítimos como cacique de Surimana, Pampamarca y Tungasuca. O también el del propio José Gabriel por ponerse la Mascapaicha y declararse sucesor de Túpac Amaru I (sin demostrar descender de ese soberano, ni respetar las leyes de sucesión del linaje imperial de la Casa real incaica en el Alferazgo Real). Por ejemplo, tan solo en el Virreinato del Perú se registró en el siglo XVIII un número de blasones y escudos nobiliarios que era de aproximadamente 300-400, donde la mayoría de estos serían de origen ilícito.[66][67] Fenómeno similar también paso en la nobleza criolla.
Por culpa de este grupo de personas se suscitaron controversias entre funcionarios españoles de las Reformas borbónicas contra la Nobleza indígena del Imperio español, debido a que como muchos indios plebeyos del común se hacían pasar por nobles con arreglo de documentos o incluso falsificación, consideraban que la mayoría de nobles indígenas eran personas corruptas que no daban garantías de ser fieles al Rey de España (lo cual se intensificó tras la Rebelión de Túpac Amaru II, pues se percibió como el levantamiento de un advenedizo que no le correspondía la Mascapaicha). Fue así como José Antonio de Areche, Benito de la Mata Linares, etc. de esta facción ultra-absolutista le exigirían a los Borbones (como Carlos III de España) que ordenaran abolir sus privilegios y los reemplazaran por autoridades peninsulares que castellanicen las instituciones del indio, de modo análogo a los Decretos de Nueva Planta aboliendo los fueros diferenciados de la Corona de Aragón (cosa que al final nunca ocurriría, pero los dejaría en decadencia como clase social). Alta Nobleza
Asimismo, existió una nobleza incaica que se desarrolló durante el Imperio incaico y que sobrevivió durante el Virreinato, conformada por la nobleza de sangre (miembros de la Familia Imperial que descendían de algún soberano Inca) y por la nobleza de privilegio (personas a las que se les había concedido este mérito por sus servicios). Estos nobles se organizaban en panacas, tanto en el Cuzco, ciudad central del Tahuantinsuyo, como en otras regiones, y eran conocidos como orejones. Eran los únicos en toda la extensión de la Monarquía Católica (Imperio español) que legalmente podían hacer uso del tratamiento de “Inca” y firmar como tales. E incluso su influencia trascendió las fronteras de la Provincia del Perú, pues tenían ayllus reales en la Provincia de Quito (descendientes de Atahualpa a través del linaje de su hijo mayor, el auqui Francisco Topatauchi),[68] en la Provincia de Charcas/Alto Perú,[69] etc. Tenían muchos más privilegios que los demás nobles (sean indios o españoles), como tener rentas, tierras y facilidades para el acceso a cargos públicos y órdenes militares-religiosos, entre otros. Sus privilegios suscitaban la envidia y ambición de otros nobles de menor rango. Varios indios de nobleza baja (caciques de señoríos pre-incas) solían querer emparentarse con los nobles incaicos para aumentar de estatus. Por ejemplo, la familia Guarache, que en el siglo XVI solían exaltar sus vínculos con el cacique Apo Guarache, pero en el siglo XVI, tras unirse con descendientes de la panaca de Alonso Tito Atauchi, empezarían a exaltar sus vínculos con Huayna Cápac.[69] Otro caso similar fue el de los nexos entre ayllus nobles Chachapoya y Cañari (asentadas en el Cuzco tras el Sitio del Cuzco) con las familias importantes de la ciudad imperial (las panacas incas), siendo más bien raros los casos de caciques sin mezcla con los incas, como el de la familia Guaypartupa (Chachapoya).[45] También se sabe que, aparte de uniones con criollos, también lo hubo con Afroperuanos, habiendo incas mulatos como Miguel Chirinos.[70] Además, en el Cuzco colonial tenían un centro de educación exclusivamente para ellos, el Colegio San Francisco de Borja, que mantuvo una calidad superior al Colegio de Caciques "Del Príncipe" del Cercado de Lima (más enfocado a curacas de menor rango).[64] Solo los Nobles Incas, y la nobleza mexica de la Casa real de moctezuma, tenían estos altos privilegios, llegando a concederles títulos nobiliarios del Reino de Castilla, hábitos militares de las Órdenes militares españolas y distinguírseles con Mercedes honoríficas.[16] Incas TituladosDescendientes de los Incas que habrían obtenido un “título nobiliario de Castilla” de parte del Rey de España, o que lo hubieran conseguido por emparentarse con nobles españoles (normalmente por medio de matrimonios), obteniendo la facultad para heredar sus títulos a su descendencia. Estos incas titulados usualmente vivían en Europa y socializaban con las familias más poderosas de España. Un caso muy notable fue el de la Casa de Borja-Loyola Inca como Marqueses de Santiago de Oropesa, pues su fundadora, Doña Ana María de Loyola Coya Inca (declarada «legítima heredera del Imperio de los Incas»),[71] recibiría un título de Castilla que no era cualquier título nobiliario, pues tenía un rango especial de dominio señorial (siendo un Feudo autónomo de la Monarquía), por el que las tierras de Maras, Yucay, Urubamba y Huayllabamba, así como las haciendas de Coya, Chinchero, Pucará, Quipa, Jaquijahuana, Canco, Gualla, etc, poseían autonomía y estaban fuera del dominio directo del Rey de España (incluido sus virreyes) hasta que quedase extinto el linaje de la "Infanta del Perú". Sus dominios quedarían entonces libres de impuestos, así como del control del gobierno del Virreinato del Perú, haciendo que los funcionarios (los caciques-gobernadores Chiguantopa Inga,[72] encargados de su administración y justicia) en ese territorio sean designados por los mismos marqueses y no por otra autoridad.[73][74][75] Incas RatificadosDescendientes de los Sapa Incas que habrían logrado legitimar sus derechos empíricamente a través de probanzas, documentación y testimonios verídicos de parientes ratificados. De estas pánacas no había lugar a dudas de su linaje al que hacían ostentación. Ejemplos fueron: Don Alonso Titu Atauchi Inca,[76] Don Luis Clemente Túpac Inca,[77] Don Gonzalo Uchu Huallpa,[78] Don Felipe Túpac Inca Yupanqui,[78] etc. [79][16] Nobleza de la República de EspañolesHistoria y CaracterísticasEl primer español establecido en el Perú que se le concedió un título nobiliario fue al conquistador Francisco Pizarro, a quien le fue otorgado el título de Marqués el 10 de octubre de 1537 por el emperador Carlos I. El nombre del marquesado sería elegido posteriormente por Pizarro, por lo que fue marqués sin marquesado, aunque se le conoció erróneamente como Marqués de los Atavillos y sus descendientes como Marqueses de la Conquista.[80] Posteriormente, para el año 1540 (con previa autorización del emperador Carlos V y la confirmación del Papa Paulo III), el alcalde de Lima, Francisco Pizarro, fundaría la Archicofradía de la Vera Cruz de los Caballeros del Perú, o Cofradía de Caballeros Veinticuatro de la Santísima Veracruz de Lima (inspirado en la Cofradía de la Vera Cruz), una organización que solo permitía la participación de los nobles de Lima. Entre sus miembros se encontraba el Primer Arzobispo de Lima, Fray Jerónimo, y tenía la función inicial de apaciguar las divisiones de sus partidarios pizarristas y la de los almagristas, buscando la reconciliación y la estabilidad del gobierno del Perú a través de la colaboración entre aristócratas, a su vez de cuidar un fragmento de la Sanctum Lignum Crucis (la cruz en la que fue crucificado Jesús de Nazaret) y que había sido entregada por el Vaticano a la Iglesia y Convento de Santo Domingo. Posteriormente, todos los Virreyes, así como todos los Arzobispos de Lima, tuvieron membresía. Las condiciones para ser miembro las redactó el Arzobispo de Lima, Fray Gerónimo de Loayza en los Estatutos de la Cofradía de 1570, en la que debías ser un prelado católico y ser un Caballero Hijodalgo de nobleza notoria. Está Archicofradía tenía un brazo de Damas y llegó a gozar de privilegios por la Bula de 1589 de Sixto V (uniéndolo al Santísimo Crucifijo y Vera Cruz de Roma, dándole gran distinción entre todo el mundo), así como recibir, por parte de Urbano VIII, reliquias de la Pasión de Cristo y de los apóstoles. Ser miembro de está distinguida orden era una señal de gran estatus entre la sociedad limeña virreinal, ya que era señal de nobleza plena e indiscutible (ya que, solo después de ser estudiado las calidades y pruebas nobiliarias por los Mayordomos, podías ser admitido, impidiendo a los advenedizos el ingreso). Fue la institución de la Iglesia católica en Perú más importante en el antiguo régimen del Reino del Perú, siendo encargados de dirigir la Semana Santa y hasta poder hacer un indulto anual a un reo.[81] Muchos nobles naturales del Perú tenían una destacada tradición militar (por descender mayormente de los conquistadores españoles), por lo que servirían en las Fuerzas Armadas Españolas y participarían en sus múltiples guerras en Europa, además de prestar servicio a Monarquías aliadas como el Sacro Imperio Romano Germánico.[82] Por otra parte, los nobles peninsulares en la corte virreinal peruana se encargarían de exportar los avances culturales del Siglo de Oro español al Perú y su Humanismo español, tratando de inculcar a los nobles peruanos una cultura en el que la alta dignidad no sea determinada solo por las "armas", sino también por la "virtud" y las "letras" como notas distintivas, reforzando los vínculos que los nobles tuvieron con la Cultura peruana (siendo muy influyentes en el desarrollo de las múltiples costumbres populares del Perú virreinal) y provocando que muchos nobles criollos se fascinen por el desarrollo de las Artes y la Literatura (haciendo que varios nobles peruanos destacaran como poetas), fundándose la Academia Antártica en Lima.[83] De entre la nobleza blanca, y pese a la creencia popular, los criollos no tuvieron un trato de "segundones" frente a los peninsulares, de hecho, los criollos solían recibir más títulos de nobleza que los españoles en toda América (siendo los criollos un 46,75% de beneficiarios, frente a los peninsulares que eran el 40,25%). Además, incluso los criollos plebeyos del común solían ser miembros de las Órdenes Militares, las cofradías religiosas, el ejército y otras instituciones, lo cual fue facilitado por la política de venta de cargos (iniciada por Carlos II) hacia las Audiencias indianas y les daba ventajas frente a los peninsulares (que solo empezarían a tener un aumento de participación política en las Reformas borbónicas). Aquella política de venta de cargos propicio la inserción de los criollos en la burocracia virreinal, lo cual fue un requisito implícito para poder acceder a la titulación nobiliaria. Además, el territorio del actual Perú (sobre todo la ciudad de Lima) fue el que más nobles españoles americanos (criollos) llegó a contribuir a los Reinos de Indias durante la era de la Casa de Austria (resaltando más la nobleza por servicios burocráticos que empresariales), con Luis Ibáñez de Segovia Peralta como el único súbdito americano que obtuvo 2 títulos de nobles. Esta concentración de títulos nobiliarios pudo deberse a la preponderancia del Perú, y sobre todo Lima, para gobernar la Sudamérica hispana, que a su vez era causado porque desde Lima se hacían servicios a la Capitanía general de Chile, la Real Audiencia de Panamá, etc. (y también porque se daban mejores oportunidades, en contraste con la Ciudad de México, para que sus compatriotas accedan a los cargos políticos).[84] La nobleza titulada durante la Casa de Borbón se volvería una elite de la elite, y los virreyes ya no serían seleccionados en función de ser parte del círculo personal del Rey y más por su eficiencia administrativa.[85] La edad dorada del criollismo llegaría a su fin en América para los años de 1760-1770, debido a las políticas de José de Gálvez y Gallardo en el Consejo de Indias para reforzar la autoridad de la Corona Española (y de colateral, a los peninsulares) frente a las denuncias de corrupción en contra de los españoles americanos.[84]
ClasificaciónAlta noblezaSegún la teoría Iusnaturalista de la Escuela de Salamanca, basada en las Filosofías políticas medievales de la Escolástica Aristotélico-Tomista y la Teología política del Agustinismo político, la nobleza alta debían ser los representantes de una forma de gobierno llamada Aristocracia, según su sentido etimológico en la obra de Aristóteles y Platón (Aristos:mejores y Cratos:poder, o sea, el gobierno de los mejores).[9] Es decir, debían ser personas que estaban predispuestas a ser dignas de Virtud por Honor propio (según la Ética de las virtudes, poseedores de grandes dotes morales, con gran dominio de su voluntad) y con un tacto político talentoso, en función al Derecho natural que emanaría de la Ley divina. Razón por la que habían sido selectos por la Sociedad política para gobernar (al demostrar su honor con sus servicios a favor de la sociedad) y que tenían un deber de preservar tales dotes a través de un linaje familiar que siguiera transmitiendo sus virtudes de generación en generación (y legitimado el privilegio en cuanto se ordenaran a la ley eterna, y cumplieran con el pacto de servicio y protección a los del común). Por tanto, el Reino debía constituirles, a estas personas selectas por su gran virtud, en un estamento propio que guíe al resto de nobles al Reinado social de Jesucristo, empezando por el Rey como su cabeza (que debía ser indudablemente aristócrata, o podía ser forzado a abdicar si la persona no cumpliera con el deber que exigía la Corona, incluso era legal el Tiranicidio de presentarse un estado de crisis). En la práctica, a los que se consideraba los más virtuosos eran los que el Rey de España (que era percibido como una persona intachable por su gran educación propio de su linaje) les otorgaba su confianza personal en los asuntos de estado en todo el imperio global, constituyendo la Corte de España. Esto fue fundamentado, en tiempos de los Borbones regalistas y absolutistas, de que el juicio del Rey era el más sabio de entre todos los miembros de la Monarquía, y que únicamente le daría estas altas responsabilidades sociales a personas dignas de ser considerados aristócratas y no a simples nobles, pues se decía que era propio de la persona del Rey el que este tuviera una consciencia que razonase virtuosamente por el poder que emanaba de su dignidad real. Sin embargo, en tiempos de los Habsburgo, más foralistas y particularistas, había más énfasis en que el Rey debía corresponder su juicio con los fundamentos presentados en las libertades de los nobles, es decir, que los nobles ganaban privilegios por cumplir con los estatutos de sus Fueros (dado tales estatutos por los Cuerpos intermedios, que representaban instituciones provenientes del Pueblo llano en las Cortes), y eran miembros de la alta nobleza quienes mejor cumplieran con las condiciones de tales estatutos pactados con el pueblo, que exigían virtud (entonces, la confianza del Rey se ganaba en virtud de cumplir esa excelencia objetiva, y no tanto en la subjetividad de su consciencia del Rey; y el rey mismo estaba sometido a ser garante de esa excelencia objetiva en vez de imponer su criterio personal por ser soberano). Finalmente, esta alta nobleza eran los miembros de la Grandeza de España, magnates, optimates, barones y ricoshombres.[9] En el caso peruano, estos lo constituían en su gran mayoría los nobles peninsulares (específicamente los de la Corona de Castilla), por ser frecuentemente los que tenían la confianza personal del Rey, razón por la que solían poseer los más altos cargos, como ser Virreyes del Perú o Capitán general de Chile. Aunque también existieron ciertos nobles criollos en la alta nobleza (como los virreyes criollos), y estaba la posibilidad teórica de que hubiera nobles indios y mestizos (como el caso de la Casa de Borja-Loyola Inca, cuyos miembros eran integrantes de la Corte). Pero en los hechos solo se integraban nobles criollos e indios que llegaran a desarrollar algún vínculo con nobles peninsulares, sea por uniones matrimoniales o ganándose su amistad de estos. Este inconveniente no fue por causa de la legislación española, sino por la distancia geográfica con la sede del Rey en Madrid. Baja NoblezaEstos lo constituían los nobles españoles con linajes de hidalgos, infanzones y otras categorías nobiliarias pequeñas, incluido los que fuesen nobleza personal (sin linaje).[11]
En el Perú, y en toda la América Española en general, en la práctica lo constituían mayormente los nobles americanos (nobleza de Indias), o sea, los nobles Criollos (descendientes de hidalgos y otros miembros de la baja nobleza castellana, que fueron los que financiaron la empresa de conquista, o contribuyeron con sus servicios en la consolidación del Virreinato del Perú), quienes no lograron constituir un orden jurídico e institucional muy avanzado como la nobleza peninsular (en parte por cierta desconfianza del Rey al estamento americano por las rebeliones de los Encomenderos y las denuncias de Bartolomé de las Casas a los españoles en América, provocando que la Monarquía española diera restricciones a su poder de estos y sus descendientes). Pero formalmente eran baja nobleza por carecer de participación significativa entre las altas esferas sociales del imperio global, que era el círculo más cercano al Rey; por lo cual, según la ley, no sería su baja nobleza por cuestión de su casta, sino por no lograr demostrar altas virtudes en la sociedad política, en lo que pudo influir las limitaciones tecnológicas de la época con la dificultad de comunicación con Madrid para poder expresarse y demostrar sus dotes (como también las noticias de Corrupción política entre algunas familias de criollos, que les dio mala fama y se usó de excusa en los peninsulares absolutistas para limitarles).[86]
Sin embargo, también habían nobles peninsulares en la baja nobleza del Perú, estos provenían como comerciantes catalanes de la Corona de Aragón (con sus títulos nobiliarios propios, como Homes de paratge, ciudadanos honrados, ciudadanos de inmemorial, etc)[9] o comerciantes vascos del Reino de Navarra, en donde los del Señorío de Vizcaya eran todos hijosdalgos.[87] Nobleza CorporativaUna posición intermedia extraoficial (una categoría no formalizada en ninguna legislación del Imperio español, pero existente a nivel historiográfico), en la que los constituían los integrantes de Órdenes Militares-religiosas (sobre todo las Órdenes militares españolas), Maestranzas, Cuerpos, Corporaciones Coloniales (como el Cabildo colonial o altos mandos del Ejército Real del Perú) o Cofradías caballeresco-nobiliarias.[9] Aparte del fuero militar, también destacaban los del Fuero eclesiástico, en su gran mayoría los Jesuitas del Perú. Tenían un estatus similar al de los hidalgos de la baja nobleza, pero a su vez con ciertos privilegios extras en materia jurídica (que les daba fácticamente más dignidad social, por ser intermediarios entre clases sociales y estamentos, siendo vitales para el Corporativismo de la Monarquía y la integración del indio a la hispanidad), aunque sin ser miembros íntegros del fenómeno asociativo de la nobleza alta.[9] Los Títulos del Perú y la abolición de la noblezaEl 27 de noviembre de 1821, José de San Martín dispuso denominar a los antiguos títulos de Castilla como "Títulos del Perú". Los miembros de la nobleza que aceptaran esta denominación tenían la obligación de validar sus títulos nobiliarios ante el nuevo gobierno del Protectorado y continuar pagando los antiguos impuestos de lanzas y medias anatas. Entre enero y mayo de 1822, varios miembros de la antigua nobleza revalidaron ante el Ministerio de Hacienda sus títulos de Castilla como títulos del Perú bajo sus antiguas denominaciones (entre ellos figuraron varios firmantes de la Declaración de Independencia como el conde de la Vega del Ren, el vizconde de San Donás, el conde de Vistaflorida, el marqués de Villafuerte, el marqués de Corpa, el marqués de Montemira, el conde de San Juan de Lurigancho, el Conde de San Isidro, el marqués de Torre Tagle, o el marqués de Montealegre de Aulestia). Muchos miembros de la nobleza peruana llegarían a ser líderes importantes en la Guerra de Independencia del Perú, tanto como realistas como patriotas, debido a la inculturación de la Noblesse oblige en la idiosincrasia de la aristocracia, haciéndoles sentir un deber moral de inspirar Responsabilidad social entre las personas del pueblo llano, de guiarlos hacia el Bien común a través de un buen gobierno de las capas sociales, lo cual en el caso realista se expresaba en un espíritu reformista basado en la Tradición política como reacción a la decadencia absolutista del Antiguo Régimen de España. Sin embargo, quienes apoyaron la Independencia llegarían a desarrollar un entendimiento mas elitista de los deberes aristocráticos, en el que consideraron que las oportunidades de acceso a los mecanismos de poder no debían ser excesivamente abiertos ni con mucha facilidad de Movilización social, bajo la creencia del liberalismo paternalista de que los peruanos no estaban preparados para un gobierno democrático y que las instituciones corporativas (Corporaciones coloniales y Cuerpos intermedios), que permitían un grado de participación social en el régimen virreinal, eran la causa del atraso feudal de los pueblos y que era necesario una Ingeniería social completa con la revolución hecha desde arriba. Aunque ello no impidió que varios sectores de la nobleza peruana utilizaran el movimiento liberal para justificar ideológicamente la existencia de una Oligarquía en el que las esferas de poder social, político y económico debían seguir controladas por los miembros de las familias nobiliarias (específicamente los de la Oligarquía criolla, en su mayoría la baja nobleza de republica de españoles que con ayuda de la Burguesía terrateniente anhelaba expulsar a la alta nobleza defensora del Corporativismo virreinal, así como la influencia de la nobleza peninsular y la nobleza indígena con sus intereses particulares que eran esenciales en el sistema corporativo) y con ello sería de gran importancia la defensa del concepto liberal de Igualdad ante la ley para eliminar esos mecanismos de protección corporativo que tenían el resto de grupos sociales.[88] Los únicos títulos creados o que cambiaron de denominación durante el Protectorado fueron los de Marqués de Trujillo en favor de José Bernardo de Tagle, antiguo marqués de Torre Tagle, por su participación en la proclamación de la Independencia en esa ciudad (1 de junio de 1822) y el de Conde de San Joaquín en favor de Joaquín Dionisio de Azcona, intitulado antes II conde de San Carlos. El grueso de la antigua nobleza (entre ellos varios realistas que emigraron a España) no inició el trámite de validación ante el nuevo gobierno y a varios otros se les negó la revalidación principalmente por motivos políticos (sobre todo a la nobleza indígena por ser sus títulos de Indias y no de Castilla, así como los nobles criollos anti-liberales o con rencillas con los caudillos y argentinos). Por orden del 1 de mayo de 1822 del ministro Bernardo Monteagudo, se publicó la lista de todos los títulos de Castilla que no se habían revalidado y a los que se les concedió el plazo perentorio de ocho días para iniciar el trámite bajo pena de declararlos caducos.[89] A través de la misma orden, Monteagudo (quien podía mantener rencillas personales con algunos nobles) decidió que diez títulos se remitieran para su esclarecimiento a la Alta Cámara de Justicia "por falta de carta de sucesión, adeudo de derechos, u otros motivos políticos" (entre ellos el de Conde de San Isidro que ostentaba Isidro de Cortázar, alcalde del Cabildo de Lima que había declarado la Independencia[90]) y a otros cinco se les requirió el cambio de denominación para que se adecuaran "al espíritu del actual sistema" (conde de Premio Real o marqués de la Real Confianza).[91] De acuerdo con estas estimaciones oficiales, hacia 1822 existían en el Perú cerca de 87 antiguos títulos de Castilla, la mayoría de los cuales no fueron nunca revalidados ante el nuevo gobierno. Germán Leguía y Martínez dice que sus antiguos poseedores los dejaron caducar en el Perú "ora por orgullo o pertinacia realista, incapaces de acudir a un gobierno que no era de sus simpatías; ora por la convicción de que sería escasa la vida del sistema; ora por indolencia de clase; ora por indiferente contemplación de los sucesos; ora por desprecio del acto mismo...; ora, en algunos muy contados, por democrática resolución de prescindir de honores huecos y denominaciones vacías".[92] Al final, solo 21 antiguos títulos finalmente se revalidaron como Títulos del Perú de acuerdo con la lista oficial que se publicó en la Gaceta de Gobierno el 23 de mayo de 1822.[93] Estos nobles que apoyarían la independencia peruana no habrían sido ni la mitad de la aristocracia peruana (pues la tendencia fue mantenerse realista), pero añoraban que el nuevo régimen presentaría una continuidad donde ellos seguirían siendo la elite social.[94]Entre sus aportes culturales fue que la bandera rojiblanca sea presentada por el conde de la Vega del Ren.[95] Abandonado el proyecto de la monarquía peruana y establecida la república como sistema político, el primer Congreso mediante el Decreto Legislativo 2300 declaró abolido todo título de nobleza el 11 de noviembre de 1823, dos años después de la firma del Acta de Independencia. De acuerdo con decreto del Congreso refrendado paradójicamente por Tagle y Berindoaga, quedó derogado el decreto de San Martín de diciembre de 1821 y se prohibió a los ciudadanos peruanos el uso de todo título de nobleza. Después de esto el Estado ya no reconoció la nobleza legalmente, ni mucho menos se estableció una monarquía "nacional", como fue el deseo del libertador San Martín al independizar al Perú.[96] Sin embargo, en cuanto a la nobleza indígena, un primer intento de disolución contra este estamento se dio con el Protectorado de San Martín, en donde si bien en un inicio quería favorecer a los Monarquistas peruanos, se había dejado claro que los títulos que se mantuvieron como "títulos del Perú" no incluían a la nobleza Indígena (titulados de Indias), solo a los nobles españoles y criollos (titulados de Castilla) que firmaron la declaración de Independencia. Aquello se evidenciaría en la relación que hace el marqués Torre-Tagle, en el que no figura ningún título indígena. Además que, en el juramente de la independencia del 8 de enero de 1821 por Torre Tagle en Trujillo, se excluyó a representantes indígenas del Cabildo de Naturales y de curacas famosos en las poblaciones rurales, como Manuel Anselmo Carhuaguatay, e incluso se ignoró la solicitud de la nobleza indígena de la región de Cajamarca para participar en el proyecto monárquico de José de San Martín y Bernardo de Monteagudo a través de proponer al cacique Don Manuel Soto Astopilco (cacique principal de las Siete Huarangas de la provincia y descendiente de Atahualpa)[97] como posible rey del Perú. Aquello dejó entrever de manera tácita que el movimiento liberal sanmartiniano podía concluir en un gobierno monárquico, o quizá republicano, pero en cualquiera de los casos, sería dirigido por la elite de criollos y no por indígenas, por más señoriales y de regias prosapias que pudiesen hacer ostentación, incluso estaban anhelando la venida de un Rey Europeo nada familiarizado con los nobles incas (cuyas propuestas para el posible trono peruano eran escuchadas para ser ignoradas), lo cual causó que la mayoría de indios nobles se una al Ejército Real del Perú.[98] Fue por ello que los titulos del Perú (de la nobleza criolla) ya habían sido disueltos con la Constitución Política de la República Peruana de 1823 (desconociendo de paso la legalidad del Consejo de Nobles Incas Cusqueños), mientras que los títulos indígenas sobrevivieron en la resistencia del Virrey José de la Serna en el Cusco un año más, hasta 1824, año en que entró Simón Bolívar (caudillo venezolano que también era de la nobleza criolla del Virreinato de Nueva Granada). Fue así que el dictador del Perú, Simón Bolívar, abolió los privilegios de los nobles incas (según decreto de junio de 1825), y con la Constitución de 1826 se dieron por abolidos los “antiguos cabildos e instituciones” virreinales, siendo la estocada final a la nobleza indígena, y en general, a todo rezago de la nobleza peruana. Propuestas de disolver la institución del Consejo de los 24 nobles electores Incas del Cusco habían recibido el apoyo de políticos como Salazar y Baquijano, Bernardo de Monteagudo, Rivagüero, Andrés de Santa Cruz, Hipólito Unanue, etc. Cuando esta institución comenzó a desaparecer, con ella se perdería el registro de los descendientes directos de la Casa real incaica, perdiéndose, por lo tanto, los vestigios de los descendientes de los Incas que forjaron el Tahuantinsuyo.[99][100]
La mayoría de poseedores de títulos de nobleza de Castilla o de Indias se exiliaron a España luego de la proclamación de la Independencia (1821), pero los que permanecieron en el Perú se arruinaron política y económicamente ante el nuevo régimen de la República. Esto se debió a que, en cuanto a la nobleza blanca, sus bienes y Medios de producción fueron confiscados, y en cuanto a los caciques indígenas, fueron despojados de sus tierras, que empezaron a pasar a manos de criollos y mestizos, mientras que la población indígena, con la República, perderían la autonomía política que le garantizaba la representación política de los nobles indios.[101] Varios descendientes de los incas, que vivían en Cusco desde antes de la conquista, fueron a vender sus propiedades a partir de 1830 (mayormente casonas y tierras, aunque a veces se incluían haciendas). Para 1880, la mayoría de antiguos nobles incas habían vendido sus casas con siglos de tradición. Además que varias dinastías, como los Guamantica, se extinguieron, y muchas otras desaparecieron de la vida pública.[102] Nobleza criolla en la vida republicanaAl igual que sus pares indígena, hubo varios nobles blancos y castizos que fueron arruinados política y económicamente tras la Independencia del Perú, como los que fueron partidarios del Ejército Real del Perú. Estos serían deportados forzosamente, y sus bienes y propiedades confiscadas por el gobierno, por orden de Bernardo de Monteagudo (mano derecha de José de San Martín) y sus políticas Jacobinas que deseaban debilitar a los grupos Reaccionarios. Aquello también buscó la extinción de la influencia de los peninsulares en todos los ámbitos sociales, incluido los que se mantenían neutros en la guerra civil, pero que se les consideró enemigos del Protectorado de San Martín, en una clara muestra de Radicalismo inspirado tibiamente en la Guerra a muerte.[103] Esto sería continuado por Simón Bolívar en el Tratado de paz tras la Batalla de Ayacucho, que consignaba el exilio de los nobles peninsulares y sus aliados (ósea, los realistas, incluyéndose los plebeyos) del Perú, aunque con financiación de la República del Perú; sin embargo, no se tuvo la misma misericordia con los nobles que habrían sufrido un "holocausto aristocrático y realista" durante el Segundo sitio del Callao.[104] Los que se retiraron del Perú, terminaron haciéndose un nuevo lugar en España como los Ayacuchos y Caciques, y participando en las guerras carlistas o en la Regencia de Espartero. Sin embargo, y pese a la abolición formal de la nobleza, muchos nobles criollos (sobre todo los promotores de la Revolución liberal de la Independencia del Perú) lograrían adaptarse al intento de Revolución burguesa post-Independencia. Así, formarían parte de una Oligarquía criolla, compuesta en gran medida por la antigua elite colonial, como también de muchos blancos y castizos plebeyos con suficiente Capital para hacerse un lugar en la sociedad con nuevas reglas de Movilización social en base al Homo œconomicus y sin practicar el Corporativismo medieval. Su máximo esplendor de estos nobles criollos en el nuevo régimen se lograrían durante la República Aristocrática, pero luego serían opacados por la alta burguesía sin orígenes nobles tras el Oncenio de Leguía, junto al ascenso político de un Proletariado urbano indo-mestizo tras el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, como del de una Pequeña burguesía mestiza tras el Gobierno de Alberto Fujimori. Algunas figuras notables fueron:
Nobleza indígena en la vida republicanaDurante el resto del siglo XIX y en el XX, siguieron perdurando de manera informal los cacicazgos indígenas, aunque aislados de participación en el estado peruano y ausentes de una institucionalidad sólida para hacer valer sus intereses de su comunidad, siendo invisibilizados y teniendo anécdotas de carácter puramente local. Mayores infortunios recibirían los curacas de la Amazonía del Perú, los cuales, además de tener conflictos tribales entre ellos, incluso serían atacados por los caucheros peruanos y extranjeros, que desconocían o ignoraban sus derechos. Algunas figuras fueron:
Nobles peruanos actualmenteNobleza formalA 2011, solo 23 peruanos ostentaban títulos nobiliarios, restituidos de la época virreinal,[1] además de los señores de Tejada. Para el 2018, ya habrían sido rehabilitado 9 títulos (como el Conde de San Juan de Lurigancho, Marqués de Casa Boza, etc). Solo Fernando de Trazegnies sería el único ciudadano con dos títulos (Marqués de Torrebermeja, Conde de las Lagunas), quien, según el historiador Paul Rizo Patrón, desciende tanto de incas y españoles (como el conquistador Francisco de Ampuero y su esposa Inés Huaylas Ñusta). A su vez, hay peruanos que han obtenido títulos de nobleza a través del matrimonio con dinastías extranjeras.[115]
El último peruano al que le fue concedido un título fue a Mario Vargas Llosa, a quien el rey Juan Carlos I de España le otorgó el Marquesado de Vargas Llosa por Real Decreto el 3 de febrero de 2011. Se le concedió el título después de ganar el Premio Nobel de Literatura (2010) por su extraordinaria contribución a la Literatura y a la Lengua española. La existencia de esta nobleza en tiempos republicanas se debe a que se restablecieron las relaciones diplomáticas entre el Perú y España a fines del siglo XIX, junto a la posibilidad de conseguir doble nacionalidad. Entonces, eso provocó que un grupo ínfimo de ciudadanos peruanos comenzaran procesos judiciales para que se les habilitaran los títulos nobiliarios que poseía su familia y que habían quedado retenidos por la Corona (aunque también hubo algunos que reclamaron ante sus parientes en España), puesto que estas familias consideraban que estos títulos les otorgaban algún prestigio y estatus en la alta sociedad republicana, o por lo menos poseían un valor histórico muy importante en la tradición familiar. Por ende, la única manera de tener un reconocimiento formal de un linaje noble peruano es apelando a que se te consideren Títulos Nobiliarios de España, para que posteriormente también el Estado Peruano lo considere dentro de tu Documento nacional de identidad. Sin embargo, no serían tareas sencillas de realizar, pues han implicado realizar una probanza documental (llena de costes de tiempo y posiblemente dinero en viajes para recolectar partidas de nacimiento de distintas localidades), para un proceso judicial que puede durar aproximada 5-15 años, junto a unos gastos que superaban los 5000-8000 euros para financiar el proceso judicial, junto a una cuota añadida de 500 a 2000 mil euros por la restitución (del que se añaden nuevos impuestos para mantener los títulos activos que superarían los 500-1000 euros en precios de 1993).[116][117][118][119]
A continuación, la lista de nobles peruanos con reconocimiento legal en la actualidad:
Nobleza informalHay varios descendientes de la nobleza peruana, que, pese a tener linajes comprobados, no han podido obtener rehabilitación por los costos en tiempo y dinero de los trámites de comprobación (donde el mestizaje ha generado dificultades para probar su linaje sin lugar a dudas)[120] para un honor del que no pueden hacer ostentación política según las leyes de la República del Perú. Aunado a esto, según el investigador holandés, Ronald Elward, también está un fuerte escepticismo en la historiografía dominante del Perú, haciendo que varios académicos y medios de comunicación se nieguen a apoyar las reclamaciones debido a desafíos y cuestionamientos hacia la narrativa histórica desarrollada por el Nacionalismo peruano, que ha invisibilizado el rol y continuidad de la aristocracia en la historia nacional por sus nexos coloniales (además de posibles rezagos de Racismo frente a los reclamos de nobles indígenas).[101] Entre estos nobles informales destacan varias familias de la elite cusqueña, que tienen algún nexo familiar con las antiguas panacas. Además, se sabe que han sido escogidos para algunos cargos públicos municipales desde fines del siglo pasado (sobre todo a partir de 1980, cuando los indígenas obtuvieron derecho a votar), y que varios nobles indígenas han mantenido sus posiciones de influencia en sus comunidades campesinas. En cuanto a familias emparentadas a las panacas incas, existirían más de 50 de estas con algo de prominencia local.[101]
ControversiasFalsificación de noblezasAsí como el Perú era el dominio español con más nobles de América, así también fue uno de los territorios con la mayor cantidad de falsificación de linajes y usurpación de títulos. Aquel fenómeno sucedió tanto en los nobles criollos y los nobles indios, surgiendo el apodo de advenedizo para estos falsos nobles que eran muy numerosos por el virreinato. Entre los nobles criollos se dio mayormente porque se quiso dar herencia de los títulos a hijos ilegítimos (que no tenían derecho al estado de nobleza, pero a menudo eran registrados). Entre los nobles indios se dio por querer aumentar su estatus social (usualmente querer emparentarse con el Consejo de los 24 nobles electores Incas del Cusco a través del arreglo de documentos, o de nobles incas queriendo emparentarse con los Incas de Vilcabamba). Debido a este fenómeno de las frecuentes denuncias de falsa nobleza, las familias patricias tuvieron que demostrar su nobleza con entregar pruebas documentadas (llamados Probanzas de nobleza). Siendo muy importante el fenómeno, entre nobles indios, tras confirmar Felipe V en 1725 la Real Cédula de Carlos II de 1697, llamado Cédula de Equiparación (ordenando que se reconozca a los indios nobles el acceso a dignidades y cargos civiles y eclesiásticos), por el que se dio una «fiebre de probanzas» en el estamento caciquil, con el patrocinio de los Jesuitas en el Perú y el Colegio San Francisco de Borja.[9] En el proceso también se yuxtaponían las falsificaciones de nobleza con muchos litigios legales de nobles indios por la sucesión en las jefaturas de sus casas nobiliarias, donde era mucho más usual cuando dicha jefatura involucraban el dominio de cacicazgos y grandes propiedades.[131][132] En su gran mayoría los documentos reconociendo nobles legítimos se encuentra en los Archivos Nacionales de Perú y de España (como el Archivo General de Indias). Pero incluso así, hay posibilidad de que, debido a la Corrupción política en el Perú, se reconociera legalmente a falsos nobles (como el caso de Diego Felipe Betancur Túpac Amarú y José Gabriel Tupac Amarú, los cuales ambas familias eran reconocidas por la legislación virreinal, pese a tener reclamos incompatibles para un mismo cacicazgo). Además, a nivel Historiografico, muchas tradiciones familiares reivindicando una ascendencia noble, tras ser investigadas, resultaron tener reclamos poco fundamento. Frente a esto, la historiadora Rocío Quispe-Agnoli y el historiador Mario Jaramillo se han mostrado algo escépticos a validar todos los reclamos post-independencia de peruanos que declaraban descender de la nobleza, señalando en el 2021 que:[133][134]
Oligarquía CriollaSe ha acusado que un sector de la nobleza peruana, en su mayoría los de nobleza terrateniente y del estamento criollo, lograron sobrevivir y adaptarse a las nuevas condiciones de las Revoluciones atlánticas (es más, y pese a la creencia popular, de hecho esta baja nobleza criolla habría sido la organizadora de la Independencia), volviéndose un sector importante en el control del Estado Peruano. Sin embargo, ello generaría fuertes críticas por el mal desempeño económico del Perú en la vida independiente. Por un lado, recibirían acusaciones (en la Historiografía whig y la dialéctica marxista con ideologías anti-aristocráticas) de que su supervivencia impidió el desarrollo de una Sociedad capitalista que viviera a plenitud los principios progresistas del Liberalismo en el Perú, dado que trabaron el florecimiento de una Burguesía nacional (la cual surgiría tras confiscar propiedades a la alta nobleza, al clero y a las comunidades indígenas) que se consolide como clase dominante, y por tanto, fueron un anacronismo contrario al movimiento histórico hacia el Fin de la historia (según las concepciones Historicistas y Desarrollistas de la Modernidad como un fenómeno inevitable).[135] Por otro lado (en una historiografía menos ideologizada), se les acusaría de no haber tenido la experiencia necesaria para desempeñar una actividad político-administrativa eficiente que pudiera realizar un liderazgo responsable en la República del Perú, sobre todo en cuando gestión política y militar (algunos aducen que inicialmente pudo influir la poca participación que estos nobles criollos tuvieron en el Virreinato en tiempos borbónicos, pues solo se dedicaban a una alta vida social, donde su entendimiento de la realidad sociopolítica no salía del mundo de las ideas), y que, debido al empobrecimiento económico al que caerían tras la Independencia, habrían caído desesperadamente en la Corrupción política para recuperar sus riquezas (aunque también hubo los que mostraban predisposición a la picardía con anterioridad). Todo ello conduciría a que los civiles no tengan el control del gobierno, si no que muchas castas militares.[136]
Lista de títulosLa siguiente es una lista incompleta de los títulos concedidos: Ducados
Marquesados
Condados
Vizcondados
Señoríos
Galería
Nobleza extranjera y el PerúNobleza EuropeaNobleza EspañolaPor motivos históricos con la Colonización española de América, la nobleza española ha tenido gran prominencia entre la elite peruana, sobre todo por estar la nobleza de la Corona de Castilla hermanada con la Nobleza incaica tras la conquista del Perú, y las reconciliaciones hechas en el Tratado de Acobamba con la resistencia de los Incas de Vilcabamba, lo que fue ejemplificado con la Heráldica del Virreinato del Perú,[140] así como por las uniones familiares entre miembros de la Casa real incaica con Dinastías de origen español (como la Casa de Borja, Casa de Loyola, Casa de Trastámara o la Familia real española). Además de la migración de nobles españoles a formar parte de la aristocracia peruana, sobre todo en Lima. Desde el primer momento los Conquistadores españoles se casarían con nobles indígenas del Perú (y darían el ejemplo a futuros nobles españoles), como:
En tiempos modernos, aún se han presentado lazos entre la nobleza española con el Perú. Las primeras visitas de un miembro de la familia real española fue la del pretendiente carlista, Carlos "VII" de Borbón y Austria-Este (durante su visita general a América), por la que arribo al puerto del Callao el 27 de mayo de 1887; en el transcurso de su visita fue atendido personalmente por el presidente Andrés Avelino Cáceres y el expresidente Nicolás de Piérola.[141] Durante está visita, fue acompañado de nobles españoles carlistas que se asentaron en Perú, como Manuel Fernández de Prada (III marqués de las Torres de Orán), que llegó a participar en la guerra del Pacífico del lado peruano (además de tener fama de ser hacendados muy benévolos con sus peones).[142] Además que previo a estos viajes de nobles carlistas al Perú, ya se habían desarrollado nexos desde el inicio de las guerras carlistas cuando nobles peruanos, como Blas Ostolaza o Leandro Castilla y Marquesado (hermano del presidente Ramón Castilla) se unieron a las filas carlistas, luego de exiliarse en España tras la Independencia del Perú, con el fin de seguir luchando contra el liberalismo y por la Contrarrevolución.[142] Más adelante, el pretendiente actual de la rama tradicionalista del carlismo, Don Sixto Enrique de Borbón, visitaría el Perú el 23 de agosto de 2008, quien sería recibido por intelectuales de la Sociedad Peruana de Historia (presidida por Vicente Ugarte del Pino), personalidades de la academia (como Fernán Altuve-Febres Lores o José Antonio Pancorvo, afines a las doctrinas católico-monárquicas del carlismo) y del clero de la Iglesia católica en Perú (como los caballeros de la Orden de Malta o el Padre Jorge Putnam), figuras públicas, artísticas, políticas y militares, así como representantes de la prensa e incluso algunos nobles peruanos (como Fernando de Trazegnies, Marqués de Torrebermeja; o la ex Miss Perú Claudia Ortiz de Cevallos, descendiente del Marqués de Torre Tagle). Entre algunos descendientes de la nobleza española, que recibieron a Don Sixto, estaba la familia Buezo de Manzanedo, quienes fundarían el Círculo Carlista de Perú «Blas de Ostolaza» (encargado de la promoción de la Monarquía tradicional en ambientes académicos peruanos).[143] Mientras tanto, Don Sixto personalmente mostró interés por patrocinar investigaciones de la cultura peruana (admirando las bellezas de su mestizaje con hispanidad católica y tradición indígena, sobre todo del Cuzco), participando en simposios en honor al intelectual conservador peruano, Bartolomé Herrera, en conferencias dentro del Congreso del Perú y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; también mostro deseos de apoyar proyectos de iniciativa cooperativa para la preservación del modo de tejer tradicional en Pisac y las labores que realizan los Siervos de los Pobres en la Ciudad de los Muchachos.[144] Además, en cuanto a la rama isabelina de la Familia real española y reyes de facto del España en la actualidad, estos visitarían al Perú con Juan Carlos I de España (en 1978,[145] 2001[146] y 2008[147])[148] y Felipe VI de España, (201,[149]y 2021,[150] con un viaje de 2023 cancelado,[151] y otros en 2010 y 2014[152] como Príncipe de Asturias). En la visita de 1978 (la más recordada, y que coincidió con la Transición democrática española y el fin del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada peruana), estuvieron Lima, Cusco y Arequipa, haciendo actos culturales (como brindar ofrendas florares en el monumento de Francisco Pizarro, Manco Cápac y el Panteón de los Próceres), turísticos (visitando recintos coloniales, incaicos y pre-incas) y políticos (visitando la Asamblea Constituyente y estrechar lazos económicos, comerciales y culturales),[153] así como de brindar gestos de amistad al entregar parte de las cenizas del Inca Garcilaso de la Vega (conmemorando los nexos de mestizaje entre el pueblo peruano y español), además de recibir muchos regalos y condecoraciones peruanas, por iniciativa institucional o voluntaria.[154][155] Recientemente, en el año 2022, el descendiente de aristócratas, Martín Cabello de los Cobos (nieto de los condes de Fuenteblanca) se casó con Belén Barnechea (hija del político Alfredo Barnechea).[156] Su boda se hizo rememorando la tradición del Reino moche y chimú prehispánico y preinca, pero se desato polémicas por acusaciones de representar a siervos indígenas a través de tintes clasistas (defendiéndose de que estaba haciendo una boda con elementos estrictamente culturales).[157] Miembros de la nobleza española, como los Marqueses de Cubas, estuvieron entre los participantes de las celebraciones de la boda en Perú.[158] Nobleza PontificiaPor motivos históricos de la Evangelización en América y la estrecha relación de la Iglesia católica con la Monarquía Española (un Estado confesional), hubo nobles pontificios romanos de los Estados Papales que establecieron influencia con el Perú al volverse una sociedad católica. El caso más notable ha sido el de la Casa de Borja (la cual produjo dos papas: Calixto III y Alejandro VI, así como a San Francisco de Borja) y Casa de Loyola (que produjo a San Ignacio de Loyola, fundador de la Orden jesuita), quienes se emparentaron con la Casa real incaica y fundarían la Casa de Borja-Loyola Inca. Nobleza PolacaMuchos nobles polacos (Szlachta), huyendo de la expansión del comunismo en el Bloque del Este tras la Segunda Guerra Mundial, migrarían al Perú durante la segunda mitad del siglo XX. Entre estas figuras esta Rosa Larco de la Fuente (condesa de Potocka) y su esposo Stanislaw (conde de Potocki), que viven en San Isidro y cuya familia fue dueña del Palacio Potocki y el Castillo de Łańcut (expropiado por la República Popular Polaca), que es catalogado como uno de los más hermosos de Polonia, además de que el gobierno de Polonia anualmente les permite organizar eventos ahí (como cenas, almuerzos y hasta obras de teatro, con invitación del resto de la nobleza europea).[159] Además, el periodista peruano, Manuel D'Ornellas Suárez (hijo de Manuel d’Ornellas Pardo, barón de Ornellas), se casaría en Río de Janeiro con la princesa Mónica Radziwill Czartoryska (hija del príncipe Wladislaw Radziwill y de la princesa Anna Maria Czartoryska) el 26 de febrero de 1960.[160]Otra aristócrata polaca de gran distinción en el Perú ha sido la historiadora María Rostworowski, quien (pese a su falta de títulos) proviene de una familia noble como hija del aristócrata polaco Jan Jacek Rostworowski (poeta y agrónomo),[161] además que su primer matrimonio de María Rostworowski fue con otro conde polaco.[162] Previamente, en el siglo XIX, hubo migraciones más pequeñas de nobles polacos al Perú tras las Particiones de Polonia y las guerras napoleónicas (debido a que el Zar de Rusia confisco bienes a la nobleza polaca invadida). Un ejemplo sería Ernest Malinowski (hijo del noble Jakub Malinowski, que tenía voto en el parlamento de la Mancomunidad Polaco-lituana y era dueño de una gran hacienda), figura muy destacada en la construcción de la red ferroviaria peruana, participando en la construcción del Ferrocarril Central del Perú (que fue el ferrocarril más alto del mundo hasta el 2006, toda una maravilla de la ingeniería), a su vez que ya vislumbraba el desarrollo de un tren bioceánico que llegue a la Selva, y de ahí con Brasil. También ayudo a desarrollar la Junta Central del Cuerpo de Ingenieros y Arquitectos del Estado peruano (encargado de identificar las obras de ingeniería que necesitara el país, desarrollar las condiciones de los contratos y la selección de empresas a co-operar con el gobierno), ser socio de la Sociedad Geográfica de Lima, contribuir en la modernización de la minería y agricultura, la Casa de la Moneda de Lima, desarrollar rutas de transporte entre las provincias (junto al mantenimiento de calles de ciudades como Arequipa), e incluso participaría en el Combate del 2 de mayo al servicio de su nueva patria, dirigiendo la construcción de las fortificaciones y enlistándose en el ejército peruano (razón por la que fue enterrado con honores de Héroe patrio), además de hacer propaganda en Ecuador a favor de la causa peruana durante la guerra del Pacífico.[163][164] Otro miembro de la nobleza polaca fue Edward Jan Habich, descendiente de alemanes que fueron Polonizados por asimilación voluntaria, quien hizo grandes aportes para el desarrollo de la educación de ingeniería en el Perú, buscando talentos de Europa.[164] Además, en Polonia se asentaron familiares del noble rebelde, José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II), estando el abogado, político, arqueólogo y activista social polaco, Andrzej Benesz (hijo de Jan y Ana Benesz, una familia noble empobrecida), como un descendiente de uno de los sobrinos de Túpac Amaru II, luego de que en 1797 fuera adoptado Antonio Inca Túpac Amaru (descendiente de Umina de Berzeviczy), por el noble polaco Waclaw Benesz de Berzeviczy. La tradición de enlaces entre nobles polacos e incaicos se había iniciado antes, con su abuelo de Antonio, Sebastián de Berzeviczy, quien se había mudado al Virreinato del Perú y tuvo nexos matrimoniales con nobles incas.[165][166] También se formó la leyenda del Castillo de Niedzica, por el cual los fugitivos incas habrían escondido parte del tesoro de la familia.[167] Nobleza FrancesaEl Perú empezó a ser gobernado por una Dinastía francesa de los Capetos tras la guerra de sucesión española, la Casa de Borbón, teniendo un impacto por todo el siglo XVIII e inicios del XIX. Fue una época de intenso crecimiento económico (sobre todo en el norte del Perú)[168][169] y de nuevos paradigmas filosóficos por la influencia del Afrancesamiento (sobre todo el Despotismo ilustrado y el Absolutismo influenciados por Luis XIV de Francia o el Parti philosophique), aunque no necesariamente produjeron la confianza necesaria en las elites peruanas para desear la independencia (los cuales añoraron a la antigua Casa de Austria, sobre todo en el sur del Perú).[170][169] Durante la era borbónica, destacaron los nobles y astrónomos franceses, dirigidos por Charles Marie de La Condamine, en la Misión geodésica hispanofrancesa a los Reinos del Perú (viajando por la Provincia de Quito y el País de los Maynas de la actual Amazonía peruana), haciendo grandes aportes a las Ciencias (sobre todo la Geografía),[171] y también un renacimiento por el estudio de las culturas de los indios, incluido sus noblezas prehispánicas (sobre todo la Civilización incaica).[172] Durante la Independencia del Perú, existieron nobles franceses emigrés (que habían escapado de la Revolución francesa) que se asentaron en Perú. Por ejemplo, José de Canterac (de la nobleza rural de Guiena), quien sirvió en Ejército Real del Perú.[173] Otros nobles franceses también vinieron al Perú entre las legiones extranjeras del Ejército Unido Libertador del Perú, como Federico de Brandsen (veterano de la Grande Armée y que se casó con Rosa Jáuregui, hija del Virrey Agustín de Jáuregui).[174] Más adelante, Luis Felipe I de Francia consideró patrocinar en 1846 un proyecto del caudillo ecuatoriano Juan José Flores (liberal bolivariano) y la reina Isabel II de España para fundar el Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, aunque al final la Monarquía francesa rechazo la tentativa a último momento.[175] Pese a estar en decadencia tras la Revolución francesa de 1848, como la posterior instauración de la Tercera República francesa tras la guerra franco-prusiana, varios descendientes de nobles franceses lideraron las primeros viajes franceses para participar en la exploración a la Amazonia. En general, eran los protagonistas de los primeros viajes franceses al Perú, participando de la Inmigración francesa en Perú del siglo XIX, antes de darse una democratización del viaje.[176] Nobleza napoleónicaDurante el Protectorado de San Martín, hubo contactos con nobles extranjeros que querían traer a Napoleón Bonaparte del Primer Imperio Francés como un candidato al posible trono del Reino del Perú.[177] Previamente la Casa de Bonaparte (de origen italiana en la nobleza corsa, pero asimilada a la nobleza francesa) intento conquistar a la elite peruana a través de una minoría de Bonapartistas que querían reconocer como legítimas las Abdicaciones de Bayona y avasallar el Virreinato del Perú al Reino español de José I Bonaparte, enviando gente a sublevar los virreinatos americanos, por medio del agente Mr. Desmolard en Baltimore (quien decía tener el apoyo de los Estados Unidos, así como de nobles de Lima e incluso caciques indios).[178] Pero tales esfuerzos Afrancesados serían reprimidos por el Virrey José Fernando de Abascal (aunque luego de titubear por 2 años).[179] Posteriormente el Segundo Imperio francés de Napoleón III Bonaparte preferiría patrocinar un Proyecto de protectorado francés en Ecuador (favorable al caudillo rival de Flores, el conservador Gabriel García Moreno), del que se rumoreaba podría afectar al Perú. Nobleza AlemanaVarios Nobles alemanes emigraron al Perú en varias oleadas, destacando principalmente una oleada durante el siglo XIX (previo a la Unificación alemana) y otra durante el período de Entreguerras y Posguerra (en donde fueron muy activos en el Perú). La anécdota histórica más resaltante entre la nobleza alemana y el Perú moderno es el hecho sucedido en el Palacio de Potsdam en 1911, donde el Kaiser Guillermo II de Alemania ingreso al salón principal y, rompiendo el protocolo, se acercó al general peruano, Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (expresidente y Ministro Plenipotenciario del Perú en el Imperio alemán), estrechándole la mano e iniciando una tertulia de índole militar. Tal reunión cerraría con un abrazo mutuo, el regalo de un reloj de plata para Cáceres y un gesto muy impresionante en el que el emperador alemán se sacó 2 condecoraciones (La Orden del Águila Negra y la Orden del Águila Roja) de su uniforme para ser entregadas personalmente al general peruano, quien tenía admiración de Guillermo II por su valentía en la campaña de la Breña. Se sabe que Cáceres mantuvo para el resto de su vida dichas condecoraciones, que serían parte de su uniforme de gala.[180][181][182]
Nobleza Prusiana y nor-alemanaLos Koller, una antigua familia aristocrática pomerania, llegaron como inmigrantes prusianos a Chile en el siglo XIX y tras la II Guerra Mundial. El teniente Hartmuth von Koeller (descendiente de la rama principal de los Barones (Freiherr) y Señores (Herr) de Kleist, Damen y Belgard de Pomerania) contrajo matrimonio con Doña Hilda Elena Román y Vargas, de esta unión nació Bogislav von Koeller quien a su vez contrajo nupcias con la peruana Carol Jones Lazarte. La familia actualmente vive en Perú y Chile.[162]
En el 25 de agosto de 1940, Ernesto zu Hohenlohe-Schillingsfürst (de la Casa de Hohenlohe) contrajo matrimonio con Consuelo Eyre Valdeavellano, británica hija de la peruana Eva Angelina Valdeavellano y Canaval (cuya familia volvería a hacer nexos con la nobleza alemana de Prusia).[160] Tras la Segunda Guerra Mundial, miembros de la nobleza prusiana (Junker) que habían participado en el servicio militar de la Heer de la Alemania nazi (pues era un deber entre la realeza y nobleza alemana por tradición el servir en el ejército, considerado una cuestión de honor), empezaron a ser expulsados por el canciller del reich, Adolf Hitler, por considerarles una amenaza al gozar de fama entre las tropas (por lo que los nazis temían otro auge del monarquismo prusiano). Entre estas figuras estuvo Carlos Francisco de Hohenzollern, quien se exilió a la República del Perú tras la ocupación aliada de Alemania, y en 1959 se casó con la peruana Eva María Herrera Valdeavellano (matrimonio morganático), con quien tuvo 2 hijas (Alexandra y Desirée von Preussen), que serían bisnietas del último káiser del Imperio alemán, Guillermo II. Terminó dedicándose a obras filantrópicas en su nueva patria, proveyendo de maquinaria a las Fuerzas Armadas y realizar turismo por el interior del Perú.[162] Más adelante, sus hijas estudiaron en el Colegio Villa María-La Planicie de Lima, posteriormente Desirée de Prusia se casaría con el diplomático peruano Juan Carlos Gamarra Skeels (teniendo de hijos a Juan Francisco Gamarra von Preussen e Inés Gamarra von Preussen), y Alejandra de Prusia con Juan Alberto Reboa Devoto (teniendo de hijos a Alberto Joaquín Reboa von Preussen y Alexandra Augusta Victoria Reboa von Preussen), siendo una rama peruana de la Casa de Hohenzollern. Ambas son tías del príncipe heredero, Jorge Federico de Prusia.[183] En Arequipa, el colegio peruano-alemán Max Uhle, hecho para preservar la cultura alemana entre los migrantes suizos y alemanes, fue fundado en 1956 por Ernesto von Wedemeyer (dueño de una cervecería Cervesur[184] y descendiente de la nobleza teutona, siendo poseedor de un castillo en la remota Alemania) con el patrocinio de los cónsules de Suiza y Alemania.[185] En tiempos contemporáneos, la abogada y ex modelo peruana, Alessandra de Osma (descendiente de aristócratas), se casó con el príncipe Christian de Hannover (hijo de Ernesto de Hannover, jefe de la depuesta Casa Real de Hannover) el 16 de marzo de 2018 en la Iglesia San Pedro de Lima, volviéndose ella una alteza real, princesa de Hannover y duquesa de Brunswick-Lüneburg.[186] Nobleza Austríaca y sud-alemanaDesde la incorporación de los Reinos del Perú a la Monarquía Española en 1535, el Perú sería gobernado por la Casa de Austria, de origen sur-germánico, y teniendo un gran impacto por todo el siglo XVI y XVII, resaltando su gobernanza con un Pluralismo jurídico que integró las leyes regionales de los señoríos indígenas y siendo muy respetuosos de la diversidad de tradiciones.[187] Durante el auge del Fascismo en los años 30, hubo algunos nobles austríacos asentados en el Perú, como el comerciante Kurt von Steinitz (afiliado al Partido nazi en Lima), quien daba charlas políticas promoviendo el Nacionalsocialismo austríaco (sin embargo, gran parte de la colonia austríaca mostró su desdén a los nazis, porque se la paraban criticando a la Casa de Habsburgo-Lorena, al ejército austríaco y a Austria como país independiente, sin intención de debate).[188] En Lima, durante el 12 de febrero de 1949, la princesa Hilda de Baviera (hija de la princesa de Nassau, Antonia de Luxemburgo, y del príncipe Rupprecht de Baviera, heredero y Jefe de la Casa de Wittelsbach del ex-Reino de Baviera) se casaría con Juan Bradstock Edgard Lockett de Loayza (cónsul honorario del Perú en Regensburg) en la Basílica Catedral de Lima.[160][189] Amaya von Habsburg, nacida en 2011, es descendiente de linaje Shipibo (por parte de su madre Doña Mayasuni Heath von Habsburg) y de los Habsburgo-Lorena (por parte de su padre Philipp von Habsburg, quien es descendiente de Maximiliano Eugenio de Austria, hermano del Venerable Káiser Carlos I de Austria y IV de Hungría), siendo entonces una Archiduquesa de Austria. Esto se debe a que su abuela materna, Carolyn Heath (una inglesa, descendiente del noble Charles Beauclerk[190] y que también es antropóloga[191]) viajó a la selva peruana en 1974, quedando fascinada por el lugar, casándose con el shipibo Julio, y fundando el proyecto Maroti-Shobo para ayudar a los shipibos a vender sus artesanías, llegando a los mercados de Japón, Noruega, Estados Unidos y Reino Unido. Debido a la Época del terrorismo en Perú y la amenaza de Sendero Luminoso, la familia se mudó a Londres.[192] Posteriormente su hija de Carolyn, Mayasuni, se conocería con Phillipp von Habsburg (hijo de Heinrich Karl Maria von Habsburg y Ludmilla von Galen) en Inglaterra, quien también es puesto 41 en la línea de sucesión del ex-Imperio austrohúngaro, y se casarían el 11 de febrero de 2006.[193]Y la hija de Mayasuni con Philipp, Amaya, en 2018, sería bautizada por los shipibo de Yarinacocha (Ucayali) con el título de "Suysamenu" que se traduce como "brillante, hermosa".[192] Nobleza BritánicaJanet Mercedes Bryce Hija mayor de Francis Bryce y de Mercedes González de Candamo e Iriarte (hermana del presidente Manuel Candamo). Su abuelo hizo una fortuna con Bryce & Co., una de las principales casas comerciales del siglo XIX peruano. Su padre nació en el esplendor de Marley House, una de las propiedades más importantes del condado de Devon. Janet se casó en 1960 con el aristócrata británico David Mountbatten, III marqués de Milford Haven, y tuvieron dos hijos: George e Ivar. La tía de Janet, Mary o María Mercedes Bryce, se casó con Joseph Harold John Phillips, abuelo de Alexandra Hamilton, duquesa de Abercorn, y Natalia Grosvenor, duquesa de Westminster. Su esposo falleció tan solo nueve años después de su matrimonio, a los 50 años, debido a un ataque al corazón, en la estación Waterloo. En 1931 se dio la visita oficial de dos príncipes británicos al Perú, quienes serían Eduardo de Gales (futuro rey Eduardo VIII) y su hermano Jorge de Kent (III duque de Kent). El Príncipe de Gales sería galardonado con la Orden El Sol del Perú, y el presidente peruano de ese entonces, Luis Miguel Sánchez Cerro, sería galardonado con la Orden del Imperio Británico.[194] Nobleza ItalianaHubo nobles italianos partícipes en la Conquista y Pacificación del Perú, como Juan Bautista Pastene (noble genovés). Estos, junto a los soldados italianos plebeyos, recibirían Encomiendas y serían parte de la nobleza peruana o la Nobleza en Chile. Por otra parte, también hubo nobles italianos en la administración del Virreinato del Perú, como Carmíneo Nicoló Caracciolo (de la nobleza napolitana).[85] El noble italiano, Giuseppe Canevaro (Conde de Zoagli y Duque de Zoagli y Castelvari) se casó con la peruana Francisca Valega Iribar (descendiente también de inmigrantes italianos en Lima) el 24 de abril de 1834, en la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Lima. Llegaría a ser Cónsul General del Reino de Cerdeña (y luego del Reino de Italia tras la Unificación italiana), así como de los Estados Pontificios. Su familia sería partícipe del Caso Canevaro contra la República del Perú.[195] Ha habido nobles peruanos emparentados con la Casa de Saboya (familia real del extinto Reino de Italia). El 27 de julio de 1872 María Isabel Álvarez-Calderón y Flores-Chinarro, (hija de los Condes de Álvarez-Calderón, Andrés Álvarez-Calderón y Olaechea y Agustina Flores-Chinarro y Guerrero), contrajo matrimonio con Domenico Rosso Paternò Castello (príncipe de Cerami, barón della Torre e Mendola). María Isabel, llegó a ser dama de la reina Margarita de Italia. Posteriormente, un nieto de María Isabel, Domenico Ruggero Rosso, se casaría el 4 de marzo de 1934 con la peruana Luz Álvarez-Calderón y Flores. Además, Antonio Rosso, barón de Cerami, contrajo matrimonio con la limeña Elvira Mercedes Oyague y Soyer (hija de José Vicente Oyague Coello y de Isabel Soyer y Lavalle) en París el 29 de diciembre de 1883.[160] Uno de los herederos al Reino de las Dos Sicilias, Pedro de Borbón-Dos Sicilias, entablo conversaciones con el Ministerio de Relaciones Exteriores para lograr la expansión de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge (dedicado a la difusión y defensa del catolicismo) en el Perú, fundando su primera sede el 14 de septiembre de 2023.[196] La familia Rospigliosi es una familia noble de origen italiano que se estableció en Perú en el siglo XVII. Originarios de Pistoia, Toscana, los Rospigliosi se distinguen por su notable influencia en la historia y la sociedad peruana. La familia tiene raíces que se remontan al papado de Clemente IX (Giulio Rospigliosi), quien fue papa entre 1667 y 1669. En Perú, los Rospigliosi han ocupado importantes cargos políticos, sociales y eclesiásticos. Su legado incluye una significativa contribución a la cultura y la economía del país, así como la preservación de tradiciones familiares y patrimoniales. Miembros destacados de la familia han desempeñado roles clave en el desarrollo de la educación, las artes y la política en Perú. La residencia de la familia en Perú ha mantenido su título de origen italiano, reflejado en la arquitectura de sus propiedades y en la preservación de documentos y objetos históricos que narran la trayectoria de la familia a lo largo de los siglos. Los Rospigliosi son un ejemplo del influjo de la nobleza europea en América Latina, integrando y enriqueciendo las culturas locales con su herencia y tradiciones. Nobleza GriegaHubo nobles griegos partícipes en la Conquista y Pacificación del Perú, como Pedro de Candía o Jorge Griego (ambos provenientes de los dominios griegos de la República de Venecia), acompañados de compatriotas que sirvieron en labores de artillería y recibirían Encomiendas en Perú (volviéndose todos estos conquistadores griegos como nobles en el Perú, siempre que mantuvieran fidelidad al Rey de España).[197] Nobleza NeerlandesaDurante la era colonial, vinieron al Perú, sobre todo a Lima, nobles provenientes de los Países Bajos Españoles, donde muchas familias habían dado servicio en la guerra de Flandes.[82] El abogado y político peruano, Francisco Tudela van Breugel-Douglas, vicepresidente durante el gobierno de Alberto Fujimori, es descendiente de nobles holandeses de los Países Bajos (los Van Breugel-Douglas de tradición militar y diplomática en Brabante,[198] esto a través del matrimonio de su padre Felipe Tudela y Barreda y Doña Vera van Breugel-Douglas.[162] Nobleza ChecaEn Praga, el diplomático y embajador peruano en Bucarest, Enrique E. Laroza Bull, se casaría en 1948 con Olga Elizabeth von Daubek, mujer descendiente de la antigua nobleza de la Corona de Bohemia (sus padres eran el caballero y empresario austríaco Josef Franz, y la condesa checa Olga von Dietrichstein-Mensdorff-Pouilly, por la que también sería nieta de Hugo von Dietrichstein y la Casa Dietrichstein).[160] Nobleza YugoslavaEl consorte de Yugoslavia, La unión de Manuel de Ulloa y Elías, consorte peruano, y la Princesa Elizabeth de Yugoslavia es un ejemplo notable de lazos matrimoniales entre la nobleza europea y latinoamericana. Manuel de Ulloa, nacido en una destacada familia peruana con una rica historia política y social, se casó con la Princesa Elizabeth de Yugoslavia, una miembro de la realeza europea, en 1987. La Princesa Elizabeth, nacida el 7 de abril de 1936, es hija del Príncipe Pablo de Yugoslavia y de la Princesa Olga de Grecia y Dinamarca, lo que la vincula directamente con la nobleza europea. Manuel de Ulloa, por su parte, proviene de una familia con una larga tradición en la política y la diplomacia peruana, siendo uno de los hijos del notable político peruano José de la Riva-Agüero y Osma. Esta unión no solo simboliza la integración de dos linajes nobles, sino también el fortalecimiento de los lazos culturales y diplomáticos entre Europa y América Latina. El matrimonio de Manuel y Elizabeth es un reflejo de la globalización de la nobleza y su adaptación a los cambios sociales y políticos del siglo XX. Juntos, han participado en diversas actividades benéficas y culturales, contribuyendo al entendimiento y cooperación internacional. Nobleza SerbiaLa activista por los derechos humanos y princesa serbia del antiguo Reino de Yugoslavia, Isabel de Yugoslavia (hija del rey Pablo de Yugoslavia, de la Casa Real de Karađorđević), se casaría en 3.as nupcias con el ex-primer ministro y exministro de Hacienda del Perú, Manuel Ulloa Elías, cuya boda fue en Lima el 28 de febrero de 1987.[160] Nobleza AsiáticaNobleza JaponesaLos nobles perdieron sus privilegios como clase feudal japonesa con la Restauración Meiji (1868-1912). Muchos de estos, en su mayoría shizoku (nobleza guerrera, también llamados samurái), que tuvieron dificultades para adaptarse al mundo moderno, fueron a migrar a otras tierras, donde muchos llegaron al Perú (que fue el 3° país americano con más número de japoneses, por debajo de EEUU y Brasil). En el Perú, fueron menos de 10% de los inmigrantes y laboraron como comerciantes y empresarios, desarrollando negocios gracias a poseer un Capital, en contraste con los heimin (clase plebeya) que laboraron como peones de los hacendados. Un legado cultural de los nobles japoneses ha sido el uso del Mondokoro (blasón nobiliario japonés para identificar sus propiedades y clanes) en muchos negocios, entradas de casas, sellos, tatuajes, logos de empresas, etc.[199][200][201][202][203] Nobleza ÁrabeEl jeque árabe, Yaqoob mubarak, multimillonario del Reino de Baréin y dueño de la marca London Store (empresa de chocolates), habría recorrido el Perú durante 2019 a 2021, haciendo múltiples actos de caridad y Filantropía, resaltando su apoyo económico y educativo a un niño de Trujillo (Víctor Angulo Córdova) que se hizo viral por estudiar en las calles,[204][205][206] así como por reunirse con el alcalde de La Victoria, George Forsyth (futbolista), con promesas de financiar al famoso club de fútbol, Alianza Lima,[207] (provocando que le obsequie una camiseta del equipo al príncipe de Baréin, Nasser bin Hamad Al Khalifa).[208] Aunque, también tuvo controversias en el Perú, como con la presentadora de televisión, Magaly Medina (quien acusó al jeque, en Magaly TV, la firme, de no ser una persona confiable por no haber mucha información de él en internet), con la bailarina Gabriela Serpa (debido a rumores de una relación sentimental que fue a desmentir en JB en ATV), y con la Oficina de Migraciones del Perú (debido a que se le acusó de no tener bien sus papeles y que pudo cometer algunas infracciones en Perú), pero al final lograría restaurar su honor y quedar en buenos términos con la prensa y el gobierno.[209] Luego de retirarse del Perú para viajar por otras partes del mundo, aún hubo equipos de futbol, como el Club San Simón de Moquegua, que buscaron su financiación de Yaqoob en el año 2022.[210] Además, ha habido peruanos que desarrollaron nexos con aristócratas árabes. Por ejemplo, la modelo peruana, Melissa García, se casaría con un Jeque de los Emiratos Árabes Unidos en Dubái durante el año 2013, aunque se divorciarían en 2020 durante la Pandemia de COVID-19,[211] aunque Magaly Medina cuestionaría la historia de Melissa por la falta de vestimenta tradicional de la nobleza árabe en su exesposo.[212] Otro caso fue el de la modelo Rosángela Espinoza, que habría estado saliendo con un jeque de Catar por enero de 2023,[213] aunque su historia sería cuestionada por Magaly Medina.[214][215] Además, el futbolista peruano André Carrillo habría entablado amistado con varios jeques árabes de Arabia Saudita, quienes le han dado muchos obsequios.[216][217] También el futbolista peruano Christian Cueva y su equipo participaron en fiestas de jeques árabes durante el Día de la Fundación Saudí en 2022.[218] Por otra parte, la periodista peruana Romina Vega, al hacer un reportaje en Catar en las previas del Mundial Catar, llegaría a ser invitada por un jeque catarí para viajar a Arabia Saudita.[219] Por otro lado, clubes de futbol peruano, como Sporting Cristal, han buscado la financiación de jeques árabes.[220]Además que ha habido nobles árabes interesados en financiar la educación de prodigios peruanos, como el caso de la becada Leia Chavaría, que tuvo la opción de estudiar en Dubái con patrocinio de un jeque (aunque prefirió escoger la opción de estudiar en la Universidad de Berkeley).[221]También ha habido nobles árabes que han buscado casarse con celebridades peruanas, como el caso de la modelo peruana Gladys Zender, quien rechazo ofertas de jeques que ofrecieron convertirse al catolicismo a cambio de un matrimonio.[222] Por su parte, jefes de estados de Monarquías árabes han hecho algunas acciones con el Perú. Por ejemplo, el 28 de julio de 2022, el presidente y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos, enviaron mensajes de felicitaciones al gobierno peruano por la Independencia.[223] También, en el año 2023, el jeque y presidente de la Monarquía electiva de los Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed Al Nahayan, le otorgaría el premio "Zayed a la Sostenibilidad 2023" a estudiantes de COAR-La Libertad en la Dubai Expo City (por su proyecto de riego "La Mochica"), contando con la asistencia de múltiples aristócratas árabes (como el presidente de la COP28, el Dr. Sultan Ahmed Al Jaber).[224] Nobleza AfricanaEntre los Negros que vinieron por el Comercio atlántico de esclavos a tierras peruanas, se habían encontrado algunos nobles africanos que fueron vendidos por los Imperios africanos de la zona a los europeos. Los nobles africanos destacaron como líderes de muchos Quilombos (territorio de esclavos que escapaban de sus amos y fundaban comunidades entre ellos para organizarse y defender su libertad). También hubo una pequeña minoría de negros libertos que lograrían ser ennoblecidos. Por ejemplo, los conquistadores negros del Imperio incaico, como: Juan García o Miguel Ruiz.[225][226][227][228] Un caso llamativo de nobles negros en la Historia del Perú fue el del Rey negro de Huaura, en donde una comunidad de cimarrones desarrollaron un palenque en Huaura (aprovechando la crisis de las Guerras civiles entre los conquistadores del Perú para fugarse de sus amos en Lima), entre ellos fueron a elegir al cimarrón de linaje más noble para volverlo su Rey, quien proclamó la libertad de los suyos y organizó un ambicioso plan para capturar la Ciudad de los Reyes (con ayuda de algunos contactos indígenas) y así hacerse del poder del Virreinato del Perú para instaurar una Monarquía Indo-Africana. La amenaza de este pequeño Reino Negro en Huaura fue lo suficientemente seria como para que el Capitán general de Lima encomendara al capitán Juan de Barbarán, junto a 120 soldados bajo su mando, la tarea de frustrar los planes de los cimarrones rebeldes (lo cual conseguiría, pero muriendo en el acto, junto al monarca de la colonia africana).[229][230][231][232] Nobleza CongoleñaOtro caso llamativo fue el de Francisco Congo, un esclavo negro (de ascendencia congoleña) traído desde Centroamérica para trabajar en una hacienda de Ica, quien lidero con su banda la Palenque de Huachipa en 1710, un asentamiento humano fortificado de Afroperuanos en medio de bosques por Santa María de Huachipa. Ahí él se proclamó rey del Palenque al darle fin a las rivalidades que había entre linajes nobiliarios de Congos y Terranovos (a favor de los primeros) tras salir victorioso de un Duelo de honor contra los nobles Martín Terranovo y otro con Salvador Terranovo. Sin embargo, debido a que su reino se encargaba de realizar actividades de pandillaje en el Virreinato del Perú para obtener sustento económico, serían atacados por el Ejército Realista y así falleció Francisco Congo "Chavelilla" con 200 súbditos suyos, mientras que su esposa Chavela lograría escapar junto sus hijos, y no se sabría más de lo que pasó con está familia real (aunque rumores se dijeron de que al final los capturaron en Cieneguilla).[233][234] Nobleza PolinesiaNobleza RapanuiA mediados del siglo XIX fueron traídos al Perú un gran número de indios de la Isla Rapa Nui (Isla de Pascua). Siendo extraídos sin distinción nobles y plebeyos de manera forzosa de su isla, o embarcados mediante engaños en los navíos mercantes, y consecuentemente llevados a las Islas de Chincha (Ica - Perú) para trabajar en la extracción del guano isleño, con muy pésimas condiciones de vida.
Dentro de este grupo de "esclavos modernos" estaba un Ariki Henwa, quien era el soberano de los Rapanui. Este era el rey Maurata, junto a su padre Kaimakoi, los cuales fueron raptados por marineros mercantes peruanos (quienes inicialmente tenían dudas de llevarse a un monarca, pero los capitanes presionaron) y luego serían vendidos en el puerto del Callao, sin saberse quienes exactamente lo compraron. Al final fallecieron trabajando en las Islas de Chincha, junto a la mayor parte de la nobleza Rapa Nui.
A su vez, entre el grupo de nobles rapanuis, que murieron trabajando para los hacendados criollos, se encontraban los sabios que conocían el significado de la escritura rongo-rongo, sabios equiparables a los Quipucamayoc andinos.[235][236][237][238] Nobleza AmericanaNobleza MexicanaHubo varios nobles peruanos, sobre todo de la Nobleza incaica, que llegaron a residir en la Nueva España.[239] Entre estas figuras esta María Joaquina Uchu, quien era hija de Don Miguel Uchu Tûpac Inca Titu Yupanqui (noble indígena de Lambayeque), y de la novohispana Doña María Theresa de Dávila-Gavidia, además que se volvió muy cercana a la Casa de Moctezuma durante el siglo XVIII.[240][241][242][243] Miembros de la Casa de Iturbide han tenido descendencia Bastarda en el Perú, como Jesusa de Iturbide (hija fuera del matrimonio de Agustín de Iturbide y Green, con la arequipeña Nicolasa Fernández de Pierola, y por tanto, nieta del emperador Agustín I de México), quien terminaría casándose con Nicolás de Piérola, presidente del Perú del siglo XIX.[244][245][246] Véase también
Bibliografía
Referencia (2018).s
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